de “tiempos oscuros”



Por estas coordenadas nos hemos acostumbrado a una cierta centenaria oscuridad en alusión a un fragmento escrito por el connacional Jorge Luis Oviedo en “Fábula”. Nos caracterizamos por la enorme incontinencia por buscar soluciones generales a los problemas del país, las apreciaciones de los mismos son mayormente con sesgo político y las presuntas respuestas  o soluciones también, presumiendo talvez que los únicos que se bañan en el Ganges, son los opuestos.

Los apuestos porque ante temas de interés nacional, no se crean espacios para discutir dialécticamente los pros y los contras; no. Lo que aparecen son los de un extremo a favor y los del otro extremo en contra. No hay ni la mínima idea, tampoco el interés real por crear cultura alguna que prime el diálogo, los consensos y si algún simulacro se alcanza a parapetar, el común denominador es negociar como será la repartición de poder, de cargos, de oportunidades sectarias; nada más, el país no importa, es solamente una excusa, una oportunidad y lo peor un botín que hay que distribuirse, en primera instancia de manera tripartita y en segundo orden, la distribución del residuo para aquellos que hábilmente acompañan como la rémoras y por supuesto se hacen cómplices “en nombre y para el bien del país”.

Las Naciones Unidas auspicio a través de Caritas de Honduras de la Pastoral social de la iglesia Católica el foro denominado “La ética en procesos de diálogo para transformar la sociedad”. El propósito es intentar crear una cultura democrática diferente a la que ya nos rebasa en sus disfuncionalidades y nos tiene a la fecha, día y hora de este comentario, en las condiciones más inciertas desde la todavía crisis política del 2009 y aumentada por la crisis política-electoral del 2017.

Para el organismo internacional auspiciante el intento de diálogo del  2018, fue un proyecto fallido, porque acudieron tres de cuatro partidos con mayor volumen de votos y demostraron falta de voluntad política, poco conocimiento de la temática de discusión, una débil vocación democrática, poco interés en buscar soluciones y escaso compromiso con la problemática nacional. Las anteriores calificaciones no son ajenas a la institución política que decidió no acudir.

Desde la óptica de cooperación internacional el país requiere urgentemente rearticular la política y la sociedad, pero con formación ética para recuperar la legitimidad democrática y reconstruir el tejido social que ha sido pulverizado por el sectarismo político. Sin dejar de resaltar personalmente que por acá, la ética está ausente en proporciones geométricas de la práctica política cotidiana, sin menospreciar que como toda regla tiene excepciones, pero éstas son mínimas, lamentablemente mínimas.
El proyecto de Caritas apunta a un proceso de reeducación democrática que cumpla con las funciones de desaprender y aprender, generando los espacios de diálogo para que permitan trascender de la simulación histórica y la presente a una que sea verdadera, real que identifique propuestas de país inclusivas y plurales, no sectarias, menos ideologizadas e instrumentalizadas. La proyección de logro no es tan fácil, pero es oportuna, propicia y necesaria.

Desde la experiencia mexicana, los procesos de diálogo deben responder a la gobernanza en los tiempos oscuros (por no existir espacios públicos) y deben responder a preguntas ¿cómo caminar en común para aprender a trabajar juntos?, el diálogo debe ser diseñado, no por generación espontánea, debe vencer la monoauralidad,, reconocer que los problemas del hoy pueden generar problemas mayores en el futuro y que no hacer nada, agravará la situación; sin olvidar que en ese proceso debe existir representación de los agraviados, de las víctimas y de los interesados.

Desde la experiencia colombiana, las negociaciones por repartición del poder, no son diálogos. En Colombia no existe diálogo fallido. Se han establecido nuevas relaciones de confianza que permita dialogar en igualdad de condiciones (nadie es mayoritario, ni minoritario, nadie es más importante, nadie es menos) como condicionantes de participación que buscan la reeducación de quienes participan y de quienes los propician para lograr agendas comunes a pesar de las diferencias de pensamiento y de praxis.

De la experiencia hondureña, adicionar que la población hondureña en 1985, fecha en la cual se realizo el último esfuerzo que cumple con las condiciones de diálogo real y verdadero, alcanzó acuerdos políticos (que después de esa fecha, por regla no siempre son legales) que generaron desde la óptica de la exponente, la mayor participación electoral de la historia. Las crisis subsiguientes lo que han generado son negociaciones de poder, no reales y verdaderos diálogos, que han agravado la escisión social y hoy, a la fecha, día y hora nos hacen pensar en la necesidad de tener una segunda parte del proceso de reconciliación.

Al final del evento se estableció un espacio para preguntas, que curiosamente  desnudo los síntomas de la anosognosia política (acuñado por el ya extinto Gaspar V) y electoral, en la mayoría de las personas que intervinieron y en vez de preguntar, dieron opiniones como para sumar lo que ya habíamos escuchado; fue el tiempo para la arenga partidaria, esa de siempre, la sectaria y de repente dogmática que se repite en cada espacio como propaganda de extremos, que  11 años después han sido incapaces de hacer el resumen.

La reflexión final desde Caritas fue no confundir la negociación del poder con el diálogo; la propuesta construir paz desde la neblina y peor desde la oscuridad; la urgencia por provocar un diálogo generoso y crear la oportunidad para diseñar la ruta para que los errores de ayer y de hoy sean las oportunidades de mañana.

Saludo como dicen los de la OEA, la iniciativa auspiciada por la cooperación internacional a través de Caritas y espero que se logre el objetivo de reeducar a esa nueva generación de jóvenes políticos sin olvidar dos principios, por ahora ausentes de la experiencia y de la praxis nacional: el primero del campo comunicacional, “hay que ponernos de acuerdo en lo que no estamos de acuerdo” y el segundo en el campo administrativo “si en la mesa todos pensamos igual, tenemos un problema… nadie está pensando”.

A la espera por el día en que en el Congreso Nacional y los 128 diputados, con la celeridad que trabajaron la coartada de la MACCIH,  decreten que la corrupción y la impunidad son inconstitucionales y se cumpla, pero no igual, a la reelección y al continuismo que no se debe, pero se puede.


Denis Fernando Gómez Rodríguez
21 de febrero de 2020
Tegucigalpa; Honduras Centro América
A Fernando Alfredo tres días después de su cumpleaños “allá”, ¡Felicidades, hijo¡





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