Valoraciones de las elecciones primarias 2017
Asistí en calidad de invitado para exponer mis apreciaciones personales del tema
al evento que patrocinó la Universidad Metropolitana de Honduras y la
Asociación Libertad y Democracia (en su versión “recargada”, considerando que los
años pasado, para estas fechas estaba “cerrando” operaciones ¿…?)
Sin duda, acepté
participar, considerando oportuno, interesante y propicio que la academia se
ocupará de abrir su espacio para que los jóvenes universitarios de esa casa de
estudios y de otras universidades, sean persuadidos para que se interesen en
los temas electorales, de manera particular y de los democráticos, en general
como antídoto a los resultados de los estudios internacionales que mencionan el
creciente desencanto de la juventud con la democracia y de la “tendencia” de este
sector poblacional en tener “simpatías” para los golpes de estado y el gobierno
de los militares como un síntoma preocupante de tal desafección.
Los procesos electorales
primarios y generales, su celebración, no son sinónimos absolutos de
democracia. En ese sentido las actividades preelectorales, electorales y
poselectorales, fueron gestionadas desde el ente rector electoral (definido
constitucionalmente y refrendado en la ley electoral), con la normalidad
esperada. Lo anterior, a pesar de que el sistema electoral hondureño adolece de
una disfuncionalidad única a nivel del Continente y por lo visto, mundial, que
consiste en que el día de la elección administra el proceso con los partidos
políticos (se convierten en juez y parte) y esto, es un factor altamente
restrictivo que provoca alteraciones desde la instalación de la mesa electoral
receptora de votos, el conteo de los votos, el registro de los mismos en las
actas de cierre y su transmisión y divulgación, que originan denuncias de
fraude y que desde siempre, como ocurre en todos los países del mundo, no
tienen ideología.
Desde la instalación
de las mesas electorales y durante el transcurso de la jornada electoral, los
observadores nacionales e internacionales constataron el cumplimiento de los
indicadores internacionales de elecciones democráticas. La jornada transcurrió
normalmente como una alta demostración de civismo; no se registraron actos de violencia
electoral y al cierre de la actividad, las personas militantes de los tres
partidos políticos y sus simpatizantes no tuvieron inconvenientes que restringieran
su movilidad de ida-vuelta y el ejercicio del sufragio como derecho político. El
cronograma electoral se cumplió en tiempo y debida forma con la declaratoria de
elecciones.
Fue de igual manera,
importante el proyecto piloto de observación electoral especializada que el
Tribunal Supremo Electoral, desarrolló con la Red de mujeres de los pueblos
indígenas y las Federaciones de las organizaciones de y para personas con
discapacidad, donde la evaluación del proceso se concentró en la participación
de las personas integrantes de los grupos en situación de vulnerabilidad que
atiende y dirige el ente rector electoral, con la asistencia y la cooperación
técnica del Instituto Interamericano de Derechos Humanos y su adscrito Centro
Asesor para Elecciones (CAPEL). Los resultados de la observación especializada
serán la base de las acciones que a partir de mayo entrante se deben orientar
para mayor cobertura en las elecciones generales de noviembre y que su fin
último sea la propuesta de políticas pública que confirmen que en la temática
política electoral, la inclusión es un derechos y no debe continuar siendo
postergado por los gobiernos de turno y los partidos políticos.
En las prácticas inveteradas que restan al fortalecimiento del proceso electoral hondureño y como malas
costumbre inveteradas que no tienen ideología, aparecen: el trámite y la
distribución de las tarjetas de identidad por los partidos políticos, como una
función “degenerada/distorsionada” que se convierte en no pocos momento en la
retención de las mismas y por tanto, delitos electorales que por ayer, hoy y
mañana, no se avizoran las sanciones delictivas que idealmente, deberían
aplicarse (en condiciones ideales, donde el respeto a la ley, es un “activo” y
la aplicación de las mismas son inclusivas y no tienen ideología).
De igual manera, sin
asomo de interés político por hacer o contrario, las credenciales de los
miembros de las mesas electorales, sin nombre-apellidos y sin fotografía, como
insumo principal de una especie de “mercado persa”, en su versión criolla. Con
organizaciones sociales que en su mayoría han sido “secuestradas” por el
partido de gobierno y las pocas y contadas que tienen todavía “cierta asepsia”,
sin la capacidad de articular cinco pasos inmediatos, que les sitúa en los
probables escenarios que un estudio patrocinado por ALD, definió que para el
2022: “las organizaciones sociales estarían observando y aplaudiendo”, lamentable,
pero hoy cierto, real y triste para el cumplimiento de la veeduría/auditoría
social que los partidos políticos proclaman, pero también niegan.
En el tema de los
costos de mantenimiento de la democracia ¿o de los procesos comiciales?, se
estima el valor de L.800,000.00 (ochocientos millones de Lempiras), sin contar
los valores otorgados al Registro Nacional de las Personas, que distribuidos en
“voz alta”, entre 14 movimientos internos de tres partidos políticos que
participaron, reflejan un aproximado de L.57,142,000.00 (más de cincuenta y
siete millones de Lempiras) que cuando los movimientos internos no alcanzar a
nivel presidencial, el mínimo de votos que sea igual, al número de firmas que
presentaron al momento de la inscripción como tal (en el partido Nacional, una
corriente, en el partido Liberal, de igual una y en el Partido Libertad y
Refundación dos, aunque en mi criterio particular, de las siete corrientes en
consenso (novedad electoral), más de la mitad de “dudosa” conformación) . Lo
anterior de acuerdo a la teoría financiera pasa de ser “costo de mantenimiento”
a “gasto” si excusa y sin resultado para el proceso comicial y la democracia.
En el tema de las
reformas electorales, la judicialización de la reelección presidencial,
aceptada sin ninguna restricción y como “moneda de cambio” ¿…? por un partido “nuevo,
pero viejo” y por el resto de los que se alojan en la llamada oposición); la ampliación
de los “representantes” de los partidos políticos en el Tribunal Supremo
Electoral (sino por ley, por el cumplimiento del adagio aquel de que si camina,
grazna y deposiciona como pato, ¿qué es?), con la incertidumbre que por ser
reforma constitucional debe ser ratificada (lo que es posible, pero no tan
probable ¿…?) y condicionada por la oposición de que si quieren el nombramiento
de los tres comisionados en la llamada por la cooperación internacional “Ley de
política limpia” (¿33.33% de distribución política vigente en el Tribunal
Superior de Cuentas), deben ratificar en nombramiento de los Magistrados/as de
LIBRE, PAC y ¿del PINU?... o de ¿VAMOS?, para ponerle la cereza al pastel que
significó la creación del mismo con el auspicio del partido gobernante y su
respectiva inscripción ante el Tribunal Supremo Electoral, que los partidos
políticos para tal efecto y del repartimiento de la deuda política RECONOCEN y
en otros temas, como el de las elecciones internas y primarias, DESCONOCEN.
Por lo pronto,
existen otros proyectos de reformas al interno del Congreso Nacional, con el
común denominador (como en matemáticas) que ninguna busca fortalecer el proceso
comicial y el cumplimiento de la sentencia que menciona que “las reformas
electorales deben ser creíbles, para ser estables y estables, para ser creíbles”.
Lo que importa es el menú de cada partido político o del Ejecutivo (en su
proyecto reeleccionista por una sola vez, como en Estados Unidos). De otras
necesidades como ciudadanizar la mesa, no se oye hoy y de repente tampoco
mañana.
En el apartado de las
lecciones aprendidas, coincido con el Doctor Gaspar Vallecillo, en su término
de “anosognosia política… y electoral”, agrego yo. Lo anterior entendiendo que
la práctica política de los movimientos internos en las elecciones del 2017, no
logran distanciarse de las practicadas el 2012. En las lecciones por aprender,
las recurrentes de cada cuatro años como las credenciales y quiénes deben
conformar las MER. Dentro de las lecciones “no aprendidas”, el incumplimiento
del compromiso de garantías mínimas del 2013, con el auspicio de la cooperación
internacional, sigue siendo un mal ejemplo y además, inmutable.
La academia tiene la
posibilidad de continuar sus esfuerzos de acompañamiento al proceso electoral general,
con la práctica consecuente de valores democráticos, en un sentido estricto de
pluralidad e inclusión que obligue a que los partidos políticos (el que
gobierna y los demás) y el ente rector electoral cumplan con la transparencia
que se reclama sino por convicción, por obligación. De lo anterior, no son
ajenos los medios de comunicación social y el cumplimiento del reto aquel “que
si no informan, desinforman”.
Como dicen don Justo y
su equipo “juego limpio”, ¡Las decisiones democráticas son las mejores!
Denis
Fernando Gómez Rodríguez
23
de abril
Santa
Lucía, Francisco Morazán
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