de la Constitución como "librito"
Desde
la fundación del Estado la mayoría de las personas que han ocupado y ocupan
cargos públicos por elección popular desde siempre se han encargado de violar
la Constitución ¿cómo consigna?, contrario a la promesa de ley de “respetar,
cumplir y hacer cumplir la Constitución de la República y las leyes”. Lo
anterior en cumplimiento de un guión que desde entonces y por lo pronto no
tiene ideología.
En
la memoria colectiva, como dicen los sociólogos, se recuerdan frases como “a la
Constitución hay que violarla cuantas veces sea necesario” y una última expresada
por un funcionario de confianza en el gobierno recién pasado y en el inmediato y
presente (por reforma judicialización) de una visión mínimizada como “librito”.
Así de simple y simplista, dando a entender que hay que “reformarla” legal o
no, cuántas veces sea necesario y para los propósitos que al interesado del
momento obedezcan.
Un
observador electoral internacional que desarrollo una función técnica de análisis
político-electoral, ratificó verbalmente lo que para algunos connacionales ha sido
una máxima (pero al no tener rasgos diferentes al primero, ni acento extraño, menos
nacionalidad diferente) donde los abusos históricos y sin preferencia
ideológica, han causado que el sistema político-electoral del país, su marco
jurídico o estado de derecho han finalizado ya sus años útiles y han provocado
el sisma como sumatoria de cada una de las omisiones al respeto y consecuente
cumplimiento de la ley y reclaman una reingeniería (termino administrativo que
implica un rediseño completo con
cambios radicales o volver a diseñar y construir; no un “parchado” a medias
como usualmente se confunde en su práctica).
En
este marco referencial, la institucionalidad ha fracasado porque la mayoría de
las personas electas (excepciones confirman la regla) para su administración
han hecho caso omiso de sus funciones y responsabilidades para gestionar por
omisión politizada e instrumentalizada la salvaguarda de quienes les han
electo, en sus intereses partidarios, los del grupo o colectivo afín, los de los
jefes, coordinadores, “dueños” y “cuasi” de los institutos políticos.
Como
enunció un célebre y recordado diplomático extranjero: “la ley solamente se
aplica a los descalzos”. Esta triste realidad sigue vigente. El Estado de
Derecho se gestiona en modo “simulación” y se aplica a la “inversa”, recordando
los caminos “torcidos” del mismo, que generan más corrupción e impunidad.
Las
manifestaciones verbales de los políticos se direccionan para una nueva
Constitución como panacea ¿y quimera?, “olvidando” que lo que se requiere es un
“decreto” donde los partidos políticos, sus regentes y adherentes se
comprometan en “respetar la Constitución por una sola vez y de manera
inmediata, como en Estados Unidos” y donde nos eduquemos para trascender
del atasco inmediato de la democracia electorera a la plena, donde la Carta Magna
no sea solamente un “librito” y los que gobiernan o desgobiernan junto con sus adláteres “borren”
o “inapliquen” las prohibiciones y adicionen por interpretación judicial sus
proyectos viscerales de poder.
Como
se desarrollan los eventos y sus disfuncionalidades, si el Estado no se
refunda, se “refunde” y entonces probablemente seguiremos transitando por la oscura
avenida de los “caminos torcidos” del Estado de Derecho que promueven y allanan
la corrupción e impunidad que nos arropa y ya, sobrepasa.
Del
adagio aquel de “la ambición rompe el saco”
Denis Fernando Gómez
Rodríguez
29
de mayo de 2018
A
la memoria de mi padre, Fernando Emilio
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