de “baja calidad técnica” como sentencia
“La
Misión de Observación Electoral de la Organización de los Estados Americanos
(MOE/OEA) desplegada para las elecciones generales de Honduras de 2017 concluyó
en su informe final que el proceso electoral observado fue de baja calidad y
que, en un contexto de resultados estrechos, el cúmulo de irregularidades,
errores y problemas sistémicos que rodearon los comicios no permitieron a la
Misión tener plena certeza sobre los resultados”.
La
anterior es la frase lapidaria que los observadores internacionales de la OEA
plasmaron en su informe y cualquier intento de reformas electorales en el
presente inmediato debe dar respuesta inmediata a esta disfuncionalidad.
A la
fecha, el Congreso Nacional se apresta inicialmente para la aprobación de reformas
constitucionales antes de finalizar la presente legislatura y que requieren la
ratificación inmediata al iniciar la siguiente. En ese propósito para la
representación del partido gobernante es urgente nada más, la que corresponde a
la temática del ente rector electoral y el registro nacional de las personas.
Para
los partidos de oposición sus prioridades son variadas al no ser
coyunturalmente capaces de consolidarse por sus visiones disimiles e
innegociables. En este ámbito la reelección presidencial ¿y el continuismo?, la
segunda vuelta electoral, el Censo Nacional Electoral, entre otros, tienen
pocas posibilidades de ser consideradas en este tiempo y en una especie de “filibusterismo”
se prometen discutirse “después” (como unidad de medida que no tiene tiempo)
como históricamente ha sucedido con otros temas de rezago. A mi particular
juicio, considero que si no es hoy la discusión y aprobación, existen escasas
probabilidades que sean mañana o pasado.
En
un sector de la población existe la esperanza que antes que la actual
legislatura concluya, los legisladores se apresten con los prismáticos
adecuados que les permitan ver “todo el bosque” y reconocer que el sistema
político electoral debe evaluarse exhaustivamente como un sistema completo y
sacudirse de esa “visión” a la carta que busca solamente una cierta especie de
seguridad de maniobra (“ver solo el árbol”) que les refrende la histórica
sentencia de que partido político que gana la elección, no necesita reformas.
Para
la segunda legislatura se prevé la discusión de reformas no constitucionales
que ojalá, ojalá busque dar el contraste a la sentencia lapidaria “…de baja
calidad técnica” y entonces alejando el sectarismo, nos enrumbemos en la
búsqueda de la transparencia e integridad electoral que nos hemos encargado de “inhabilitar”.
El
reto no es fácil y en los escenarios probables se percibe la “sensación térmica”
que no sucederán mayores cambios sustantivos y como siempre no existirá
voluntad política o tal vez no existirá suficiente, que ajuste para avizorar
compromisos de cumplir con los indicadores internacionales que determinan las elecciones
auténticas y democráticas.
El
espacio de incidencia por alguna organización civil no se contempla
determinante como norma, para persuadir a los afines o a los “desafines”, sin
embargo, esperemos que aparezcan esos votos rurales, con beneficio de la duda, que
persuadan no solamente la oportunidad del escrutinio civil, sino la de una
asomo de la ciudadanización de la propuesta electoral que alcancé para forjar
sendas de una eventual construcción de la educación de la ciudadanía democrática.
De
manera ideal esperar una vez más la máxima “que las reformas sean creíbles para
que sean estables y al ser estables sean creíbles” como cito en un momento de
la historia un funcionario de la OEA.
“Cuando
alguien dice estar de acuerdo, en principio, en hacer algo, quiere decir que no
tiene la menor intención de hacerlo. “ — Otto Von Bismarck
Denis Fernando Gómez Rodríguez
12 de enero de 2019
De “procesos”
de selección fallidos y candidatos “fallados”
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