del ciclo laboral
Este título se basa en el principio que se utiliza en Mercadotecnia, denominado ciclo de vida del producto, que para mi juzgamiento personal aplica de manera informal en el ámbito de los servicios.
En Mercadotecnia el ciclo de vida del producto se encarga de trazar el tiempo de la introducción de los nuevos productos, su etapa de crecimiento-madurez, su etapa de decrecimiento y su etapa de salida que abre el espacio para el ingreso al mercado de las innovaciones.
En el campo de la vida diaria el termino tiene una acepción en la venta de servicios en diferentes campos, como el ciclo productivo de un entrenador o de un jugador en cualquiera de los deportes conocidos; quienes deben tener el criterio suficiente para saber cual momento es el oportuno para el retiro. De igual, considero que a nivel de servicios profesionales el fin de ciclo tiene vigencia (con la salvedad de aquellas personas con una estabilidad laboral robusta, alcanzan la edad de su retiro legal).
En mi experiencia personal han existido dos momentos donde mi ciclo laboral promedia 7 años y después de ese momento, producto de una cierta insatisfacción laboral por múltiples razones, acompañada de necesidades de educación formal ha tocado tomar nuevos retos (algunos no tan predecibles).
También dentro de las oportunidades han existido también ciclos laborales cortos, y especialmente los modernos agravados hoy por la precarización laboral en términos de oportunidades y de remuneración, sobrepasando la demanda y la oferta, incrementando la tasa de desempleo y su tema tributario colateral del subempleo.
El tema toma importancia porque el reto personal consiste en tomar la decisión ante dos inminentes escenarios: (1) “apostar” al vencimiento legal del tiempo, en condiciones estables o (2) saber tomar la determinación cuando salir como medida preventiva para reducir la brecha de inminentes daños. Este ultimo escenario es difícil, debe contarse con suficiente madurez que permita adaptarse e los nuevos cambios y caso contrario evitar llegar al punto obsoleto de nuestros servicios que inicia sus síntomas con muestras de decrecimiento en los rendimientos laborales.
Por lo tanto, es un enorme reto saber cuando es el tiempo para cerrar el ciclo por lo que indican nuestros rendimientos decrecientes, causados por factores internos o por factores externos, no es fácil, pero debemos desarrollar esa capacidad antes que las disfuncionalidades nos delaten, exhiban y marginen.
En el proceso de nuestro propio fin de ciclo, debemos identificar los relevos, para eventualmente inducirles, sin obviar que las nuevas generaciones tienen nuevas historias, nuevos relatos, nuevos retos, nuevos compromisos, pero también nuevas disfuncionalidades.
Y entonces, seamos capaces de conocer y adaptarnos a nuestro propio ciclo laboral, para que los años siguientes e inmediatos nos alcancen a disfrutar cada oportunidad y cada coyuntura por breve o por prolongada.
Por acá, a la espera que los políticos de costumbre (con las excepciones del caso) intenten de nuevo la usurpación de los fondos de previsión de las personas que tienen la oportunidad y el privilegio minoritario de acceder a una jubilación digna o cuasi-digna.
Para el resto de la población (…)
De lo nuestro
“Lo Esencial” –Poema de Alfonso Guillén Zelaya
Lo esencial no está en ser poeta, ni
artista ni filosofo. Lo esencial es que cada uno tenga la dignidad de su
trabajo, la conciencia de su trabajo. El orgullo de hacer las cosas bien, el
entusiasmo de sentirse transitoriamente satisfecho de su obra, de quererla, de
admirarla, es la sana recompensa de los fuertes, de los que tienen el corazón
robusto y el espíritu limpio. Dentro de los sagrados números de la naturaleza,
ninguna labor bien hecha vale menos, ninguna vale más. Todos representamos
fuerzas capaces de crear. Todos somos algo necesario y valioso en la marcha del
mundo, desde el momento en que entramos a librar la batalla del porvenir. El
que construye la torre y el que construye la cabaña; el que siembra ideas y el
que siembra trigo; el que teje los mantos imperiales y el que cose el traje
humilde del obrero, el que fabrica la sandalia de sedas imponderables y el que
fabrica la ruda suela que protege en la heredad el pie del jornalero, son
elementos de progreso, factores de superación, expresiones fecundas y honrosas
del trabajo. Dentro de la justicia no pueden existir aristocracias del trabajo.
Dentro de la acción laboriosa todos estamos nivelados por esa fuerza reguladora
de la vida que reparte los dones e impulsa actividades. Solamente la organización
inicua del mundo estanca y provoca el fracaso transitorio del esfuerzo humano.
El que siembra el grano que sustenta nuestro cuerpo, vale tanto como el que
siembra la semilla que nutre nuestro espíritu. Ambos son sembradores, y en la
labor de ambos va in vivito algo trascendental, noble y humano: dilatar y
engrandecer la vida. Tallar una estatua, pulir una joya, aprisionar un ritmo,
animar un lienzo, son cosas admirables. Tener un hijo y luego cultivarlo y
amarle, enseñándole a desnudarse el corazón y a vivir a tono con la armonía del
mundo, es también algo magnífico y eterno. Tiene toda la eternidad que es dable
conquistar al hombre, cualquiera que sea su capacidad. Nadie tiene derecho de
avergonzarse de su labor, ninguno de repudiar su obra, si en ella ha puesto el
afecto diligente y el entusiasmo creador. Nadie envidie a nadie, que ninguno
podrá regalarle el don ajeno. Lo único necesario es batallar porque las
condiciones del mundo sean propicias a todos nuestros semejantes y a nosotros
mismos para hacer que florezca y fructifique cuanto hay en ellos y en nosotros.
La envidia es una carcoma de las maderas podridas, nunca de los árboles
lozanos. Ensanche y eleve cada uno lo suyo, defendiéndose y luche contra la
injusticia predominante, en la batalla están la satisfacción y la victoria. Lo
triste, lo malo, lo criminal es el enjuto del alma, el parásito, el incapaz de
admirar y querer, el inmodesto, el necio, el tonto, el que nunca ha hecho nada
y niega todo, el que obstinado y torpe cierra a la vida sus caminos; pero el
que trabaja, el que gana su pan y nutre con su esfuerzo su alegría y la de los
suyos, el noble, el bueno, para esa clase de hombre tarde o temprano dirá su
palabra de justicia el porvenir, ya tale montes o cincele estatuas. No tenemos
derecho a sentirnos abatidos por lo que somos. Abatirse es perecer, dejar que
la maldad nos arrastre impune al desprecio, a la miseria y a la muerte.
Necesitamos vivir en pie de lucha, sin desfallecimientos ni cobardías. Ese es
nuestro deber y esa es la mayor gloria del hombre. No maldigamos, no desdeñemos
a nadie. No es esa la misión de nuestra especie; pero no tengamos tampoco la
flaqueza de considerarnos impotentes. Nuestra humildad no debe ser conformidad,
ni renunciamiento, ni claudicación, sino grandeza de nuestra pequeñez que tiene
la valentía de sentirse útil y grande frente a la magnitud del Universo. Esa es
la cumbre espiritual del hombre. —
Denis Fernando Gómez Rodríguez
Santa Lucía; Francisco Morazán
11 de diciembre de 2020
Y en días este inesperado 2020, nos dejará a la mayoría maltrechos y precarios.
Excelsa exposición que nos recuerda que todo lo existente tiene su ciclo y que este forma parte natural del plan existencial.
ResponderBorrar