Las funciones se delegan, la responsabilidad no

Uno de los principios administrativos indica que los que dirigen bajo cualquier modalidad organizada de las conocidas pueden delegar funciones en sus subalternos, pero no pueden delegar la  responsabilidad, misma que les pertenece solamente a las personas que gestionan desde el mayor cargo administrativo la venta de productos y servicios incluyendo a la función pública en su excepcionalidad.

La administración ya prevé que la organización de una empresa se refleja y traduce en el organigrama que representa entre otras: la disposición de las líneas de mando o de dirección, el tramo de control que representa los diferentes cargos y sus relaciones de supervisión y por supuesto, de entrega de resultados.

El éxito de las actividades administrativas radica en no romper el orden de las cosas, como la de que la responsabilidad de quien dirige desde su alta posición no puede delegarse y por lo tanto, es responsable desde el principio hasta el final de los resultados que motivan la existencia de las mismas.

En su aplicación de administración pública, para citar un ejemplo, la persona que gobierna un país, sea mujer u hombre, al momento de delegar funciones en sus Secretarios de Estado está las 45 responsabilidades y más que la Constitución le asigna y que bajo el principio ya descrito en líneas anteriores, los éxitos o los fracasos de las personas delegadas para cumplir con los mismos son y seguirán siendo responsabilidad única y exclusiva de quien dirige. Por lo tanto, al colocar a una persona en un cargo, independientemente del ideal de que tenga las competencias mínimas o en el peor de los escenarios que no las tenga y su asignación sea por sus nexos familiares, por ser de los más próximos al circulo de influencia o sencillamente por la distribución política-partidaria-sectaria que por acá tiene 200 años y más de vigencia, acarreará la responsabilidad de quien administrativamente delega. Las mismas condiciones aplican a cualquier otro tipo de gestión administrativa.

El éxito o fracaso de una administración depende del cumplimiento de los objetivos y consecuentemente de los resultados que produzcan o dejen de producir cada una de aquellas personas delegadas, pero la máxima e indelegable responsabilidad corresponderá siempre a quién acertó o desacertó en la selección y en la delegación.  

 

Al cierre

El buen gobierno depende de la habilidad de tomar responsabilidad tanto por la administración como por la gente” Narendra Modi.

 

Denis Fernando Gómez Rodríguez

Honduras: Centro América

20 de mayo de 2022

  

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