De la "ley de los tercios" y el Congreso Nacional

Por definición constitucional (artículo 2015, numerales 10 y 11), el Congreso Nacional de la República, debe nombrar a las personas que ostentan los más altos cargos de la administración pública. Al ser nombrados por el Poder Legislativo, es difícil e inoficioso, talvez, pensar y aspirar que esos nombramientos no vayan a ser políticos o quizá, mejor escrito, “politizados”. El nombramiento de los altos cargos requieren de la mayoría calificada (2/3 dos tercios, de la totalidad de diputados/as, que se traduce en este caso en 86).

En la última década y más, las organizaciones civiles han realizado las críticas de esos nombramientos porque los principales requisitos terminan en la aplicación de “la ley de tercios”, su fórmula matemática es el reflejo del pacto de gobernabilidad establecido por los partidos Nacional, Liberal y hoy, con LIBRE (desplazando a la Democracia Cristiana) que le permite a este último, a la fecha, tener representante en el Tribunal Superior de Cuentas; en la Unidad de Fiscalización adscrita al Tribunal Supremo Electoral y de repente, de ratificarse la reforma constitucional del artículo 51, en este último. ¿Estos actos le constituyen como una Alianza histórica, real e “indestructible”?

Ante esas críticas, el Congreso Nacional ha promovido una “especie” de audiencias públicas, donde han invitado a las organizaciones civiles ¿como “garantes”? para que certifiquen la transparencia e “inocuidad” de los procesos y donde, los representantes civiles han acudido con la expectativa de “ciudadanizar” los procesos y los mecanismos de selección”, como panacea.

En el tema de la elección de los Magistrados/as de la Corte Suprema de Justicia, la “incidencia” de la organizaciones sociales, no fue significativa para cambiar la matriz y los resultados de la proporción de ocho a siete y del pronóstico de quién sería su Presidente.

En el nombramiento de los Magistrados del Tribunal Superior de Cuentas, la cita fue la misma, entregaron la bandera de la participación ciudadana, de la veeduría y la rendición de cuentas, pero los resultados de un largo proceso de evaluación y selección, termino privilegiando los méritos y la idoneidad en los tercios de costumbre.

Recién han sido nombrados los Comisionados/as de la Unidad Fiscalizadora, donde el “peso específico” de los mejor evaluados, no fuero suficiente para que obligatoriamente les nombraran; los méritos y la idoneidad se tradujeron por enésima vez, en la “ley de los tercios” de costumbre.

Sin duda, en este último proceso, el placebo político legislativo ha mutado de manera sustancial; hoy cuentan con el acompañamiento de varias organizaciones civiles (unas que han monopolizado la verdad, de acuerdo a un experto local) y han contado con el valor agregado de la participación de Misión de Acompañamiento de la Lucha Contra la Corrupción y la Impunidad (MACCIH), cuyo representante en un intento de persuadir a los diputados/as, escribió en una red social “… primero debe ser Honduras” y en otro mensaje plasmó su aspiración a que el nombramiento no fuese estrictamente partidario ¿por lo visto, la aspiración cooperacional no fue cumplida?

A la sazón de los tiempos, los acompañantes internacionales tienen ya el conocimiento pleno de que no será fácil de “vencer”, ¿de repente, no lo logren?, el patrón de conducta histórico de los representantes de los partidos longevos, de los clonados, en especial, pero también de aquellos que hoy, son rémoras, nada más.
Por lo pronto, queda el espacio para hacer mención, solo eso… la mención de la fábula del tonto y la moneda:
Se cuenta que en una ciudad del interior, un grupo de personas se divertían con el tonto del pueblo, un pobre infeliz de poca inteligencia, que vivía haciendo pequeños recados y recibiendo limosnas.
Diariamente, algunos hombres llamaban al tonto al bar donde se reunían y le ofrecían escoger entre dos monedas: una de tamaño grande de 50 centavos y otra de menor tamaño, pero de 100 centavos.
Él siempre tomaba la más grande y menos valiosa, lo que era motivo de risas para todos.
Un día, alguien que observaba al grupo divertirse con el inocente hombre, lo llamó aparte y le preguntó si todavía no había percibido que la moneda de mayor tamaño valía menos y éste le respondió:
– Lo sé señor, no soy tan tonto…, vale la mitad, pero el día que escoja la otra, el jueguito se acaba y no voy a ganar más mi moneda.”
La Moraleja: El verdadero hombre inteligente es el que aparenta ser tonto delante de un tonto que aparenta ser inteligente.

¡Los placebos no tienen ideología!

Denis Fernando Gómez Rodríguez
31 de mayo de 2017




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