¡La impunidad no tiene ideología!


El diccionario didáctico avanzado de la editorial SM define la palabra impunidad como falta de castigo y lo identifica como un distintivo de inmunidad.

Por estas coordenadas geográficas la impunidad es un mal endémico e histórico, como aliada y par principal de la corrupción, con la excepción de ser el único país donde ningún funcionario de alto nivel que haya delinquido ha sido al menos, acusado formalmente; menos enjuiciado, encarcelado y que haya pagado o pague la mínima condena. Lo anterior debido a la agenesia particular que el llamado estado de derecho (Acemoglu y Robinson, definen en su libro “por qué fracasan los países” que la condición anterior no implica necesariamente el respeto a las leyes) promueve y provoca, debido a la existencia de pactos de gobernabilidad que intrínsecamente determinan una cierta incapacidad “sui generis” de los entes públicos ministeriales y demás operadores para perseguir a los funcionarios flagrantemente delinquen.

Es sintomático que esos pactos de "gobernabilidad" (de no ser reales o ciertos, son ficción) permiten determinar la existencia de los delitos como el saqueo del erario y el tráfico de influencias, entre otras; identificar a las personas responsables, pero no actuar contra ellas de manera inmediata, ni severa, en el mejor de los casos o en el peor, omitir el castigo para no exponer a las grandes figuras públicas que “patrocinan” en la sombra ¿del anonimato? dichos actos lesivos al Estado.

Las acciones para cubrir los abusos del poder no cesan, cada año se buscan nuevas modalidades que permitan circundar las leyes que se acuñan en respuesta a las exigencias o coacciones internacionales que pretenden reducir la brecha de la corrupción y de la impunidad. Cada gobierno intenta defender a sus parciales que han realizado latrocinio colectivo o individual y cuando, como excepción, se persigue el delito y al delincuente “asignado”, se arropan en la denuncia y su estribillo de “persecución política”.

A la fecha, día y hora de estos párrafos, el país continúa haciendo “amagues” de perseguir los delitos de enriquecimiento ilícito, tráfico de influencias y sus derivados, de igual, tiene la búsqueda permanente de medidas subterfúgicas legales, cuasi legales, ilegales o fácticas que hagan naufragar y perecer cualquier esfuerzo de adecentar la mala práctica de impunidad.

A cerca de dos años de la presencia permanente de la cooperación internacional para intentar corregir las disfuncionalidades del estado, la corrupción no ha sido persuadida, la impunidad tampoco. En ese ínterin de silencio cómplice, se sigue despertando un sentimiento ¿apolítico? producto de la frustración histórica, de la incapacidad programada y del hastío acumulado que rebasa las “ideologías” pasadas y presentes, culpables de la enorme brecha de “demencia simulada” originaria y todavía hoy corrupta e impune.

¡La impunidad no tiene ideología!, las prácticas históricas les delatan y a pesar de las campañas ejecutivas de cada gobierno, se cumple el principio de relatividad política que los partidos longevos y los “mutados” (en especial), acompañados de los minoritarios como comparsa de mal deseable ¿excepciones aplican?, por lo cual ninguna institución y sus parciales debe ufanarse de bañarse en el Ganges ¿…?

En espera que aparezcan los “votos rurales” que definan una nueva ingeniería del sistema político-electoral que inicié con el respeto y la aplicación de la ley fundamental y las secundarias, por lo tanto con el castigo que ojalá reduzca primero y luego erradique la impunidad, que respete a la libertad de expresión, que  promocione la educación política, la práctica de valores democráticos como la tolerancia y la transparencia, que genere la continencia al saqueo del erario y de todas aquellas “oportunidades” que los gobernantes, los propietarios de los partidos políticos y sus adscritos practican todavía hoy.
Lo anterior, sino por convicción por obligación.

¡Si los hechos y las denuncias no son reales, son ficción!

Denis Fernando Gómez Rodríguez
12 de febrero de 2018
Por acá, de los que están a favor de los que están en contra y en contra de los que están a favor… ¡plop!


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