como el hierro y el barro cocido


"El hierro es fuerte, desmenuza y rompe todo, pero al combinarse con el barro, es en parte fuerte y es en parte frágil, porque podrán mezclarse, pero nunca unirse."

Por acá las alianzas políticas electorales ¿y postelectorales? no son más que la sentencia inicial de este comentario. El neo partido mayoritario e histórico (por ser una mutación de uno longevo) gobernado como tal, unido coyunturalmente a uno minoritario de mediana edad y la participación personal (sin partido ¿por hurto o por desidia?) de una figura mediática, errática en sus posiciones privadas y públicas por la extrema presunción de competencias que realmente no posee, menos conoce.

Esa mezcla ha tenido sus desavenencias conceptuales y prácticas normales, pero también “anormales” y sintomáticas que denotan la fragilidad de la misma al persistir en el error que la unidad se traduzca como UNIFORMIDAD, negando en principio que unos son “guiados” por principio revolucionarios, otros por principios socialdemócratas cuya lucha difiere de la anterior y el individual por su discurso contra la corrupción..

El partido que para los fines de este comentario representa al "hierro" se despojó del ego de su “gobernante”, de la aspiración ganada de su candidata y de su orgullo y peso específico partidario, para unirse con quienes representan el "barro cocido", una minoría progresista cuyo valor agregado se ha caracterizado por no ser corrupto, menos rémora, ni bisagra (aunque invisibilizada a ultranza a vista y paciencia de quien les preside plenipotenciariamente) y con una figura pública narcisista, sin estructura política real para la disputa de una especie de “X-0” electoral.

Los resultados electorales de esa mezcla fueron arriba de los esperados por su contrincante privilegiado y de sus aliados/adláteres (6) quienes pese a tener todas las condiciones a su favor, con los excesos que el poder propicia y que por acá no tienen ideología, presumían de una abultada diferencia de gane, que resultó ser del menos del 1% y con las mayores dudas como sumatoria histórica desde los procesos desde 1982. De hecho, el contrincante inmediato asume que gano él. Lo anterior fue la amenaza que el proceso comicial general generó en su momento y dejó la duda latente que se haya declarado ganador a quién no gano, por la escasa calidad técnica con la que finalmente fue evaluada en una apreciación internacional ¿y local?

La lucha postelectoral es “válida”, entendiendo que algunos argumentos y exigencias si no son reales, son ficción (de esa que como país nos cobija y sobrepasa y que no tiene ideología). 

La dinámica sigue forzada por las mismas equivocaciones como desde el principio. El “fuerte” intenta imponer sus conceptos y sus praxis, el minoritario parece haber adoptado el papel de apéndice y la figura pública sin desconocer que la coyuntura le obligó en su momento a unirse a dos posiciones ideológicas que no conoce, tampoco acepta y que ahora ante tantos desplantes de doble vía, le obligan a pensar en voz alta en crear su nuevo partido (así como se gestionan en la costumbre vernácula histórica tradicional) como derecho que le asiste y que la tradición vestida con ropa nueva, le niega y reprende.

Lo mediático del asunto, sus encuentros y desencuentros, reflejan la escasa y precaria condición de tolerancia y respeto a la pluralidad, la inclusión, desconociendo ¿a propósito? los principios básicos: (a) “que, si en la mesa todos piensan igual, tenemos un problema…nadie está pensando” y (b) “ponerse de acuerdo en que no están de acuerdo” y (c) que en parte son fuertes, pero en parte son frágiles. Ante la falta de estas particularidades, su oposición no será real y entonces será “ficción”, porque mezclarse pudieron y de repente podrán, mezclarse y ser uniformes, nunca.

En espera que los “votos rurales” venzan los desencuentros políticos que hoy nos crispan y se inicie la búsqueda respuestas que la colectividad nacional requiere (incluida el 40% de personas que no pertenecen a ningún partido político) ante las dudas, desaciertos, temores y amenazas que el sistema político electoral y su agenesia generó, ha genereado y hoy genera producto del colapso que ya ocurrió.



Denis Fernando Gómez Rodríguez
22 de abril de 2018
De donde ahora tenemos vacas “intelectuales”, pero siempre hemos tenido vacas “políticas”.



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