del Síndrome de Estocolmo y ...

“El Síndrome de Estocolmo es una reacción psicológica donde la persona que es víctima de un secuestro, desarrolla una relación de complicidad y un fuerte  empatía con su captor. La causa se debe a que malinterpretan la ausencia de violencia contra su persona como un acto de humanidad por parte del agresor.

Las víctimas que experimentan el síndrome muestran regularmente dos tipos de reacción ante la situación: por una parte, tienen sentimientos positivos hacia sus secuestradores; mientras que, por otra parte, muestran miedo e ira contra las autoridades policiales o quienes se encuentren en contra de sus captores. A la vez, los propios secuestradores muestran sentimientos positivos hacia los rehenes” (wikipedia).

La manifestación del síndrome es considerada como trastorno mental y tres de cada diez personas secuestradas lo manifiestan como efecto postraumático

La acepción política local se orienta a que el gran secuestrador del Estado ha cooptado la mayoría de las manifestaciones de las organizaciones civiles ¿sino todas? y dicho “secuestro” representación genera la percepción ciudadana del escenario que una organización civil publicó donde las organizaciones civiles estarían solamente observando y aplaudiendo el acontecer político del país.

Lamentablemente ese escenario se adelantó a lo previsto y hoy encontramos pocas o casi ningún organización (excepciones aplican a la regla) que presuma de bañarse en el Ganges, que tenga inocuidad y además asepsia del influjo que el “poder unitario” del gobernante y sus rémoras tiene y que a su favor busca fortalecer, expandir y perpetuar.

De este asunto no son ajenos tampoco los partidos de “oposición” o de repente “fuerzas”, en consonancia a la nomenclatura internacional con presencia local, quienes aparentan un grado de complacencia ¿o complicidad histórica? producto que el “secuestrador” oferta posiciones o canonjías en la distribución equitativa y tripartita del poder, que son difíciles de obviar y en el que de la gobernabilidad, deben atender y repartir. Lo anterior como un acto de “humanidad” y solidaridad histórica manifestada hasta en las dimensiones no pensables, menos ortodoxas y transparentes que generen complacencia y esas dos manifestaciones del trauma posterior al “secuestro del Estado”, el de sentimientos positivos hacia el secuestrador y rechazo a la persecución de la corrupción y la impunidad.

Por lo pronto el panorama no es tan halagüeño como deseamos, en el sentido que no seamos presa del Síndrome de Estocolmo y considerando además, que se anuncia el diálogo, esperamos no sea “mortinato”, porque las 15 menos o más reuniones previas, dejaron más dudas que respuestas concretas al desnudar las carencias que el sector poblacional político tiene como la falta de educación democrática, la inmadurez política, la intolerancia, el sectarismo, la del ego sobredimensionado, la precariedad de la inteligencia emocional (por lo pronto) y la anosognosia como escribe el Doctor Vallecillo, que lamentablemente reflejan los rezagos de quienes nos representan y por lo tanto las de la sociedad en general, aunque excepciones confirmen la regla, como suele.

Esperamos con optimismo sensato, no con el efusivo e irracional y primitivo que la cooperación internacional alcance a jugar su papel de ortesis y los acuerdos por consenso no de las tres fuerzas ¿o las cuatro? sino de las leyes de la física aquella que dice que “todo lo sube también baja” y “todo cae por su propio peso” (aún las tarimas y las carretillas) ejerzan su función física y como siempre acontezcan.

“Lo que natura non da, Salamanca no presta”, aunque como toda regla tiene su excepción, ésta paso no hace mucho tiempo con un célebre a quien le "prestaron" un honorífico grado.



Denis Fernando Gómez Rodríguez
25 de agosto de 2018



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