en río revuelto…
En estas coordenadas geográficas
es un refrán muy casual y aplica a las coyunturas sociales y políticas sin
restricción alguna. Somos una sociedad acostumbrada a las crisis, al caos y por
ende a la anarquía ¿controlada? (como escribió en su tiempo un director
norteamericano que ejerció en una de las universidades de mayor prestigio en
agricultura y que por las coyunturas de la vida, albergamos).
Es
el 2009 cuando se ejecuta la mayor escisión social y política en la Nación.
Desde
entonces y hasta hoy, esa se profundiza por diferentes tipos de violencia
activa y pasiva, promovidas en las instancias ejecutiva, legislativa y judicial
promoviendo una inseguridad jurídica que rebasa los límites imaginables generando
como catalizador violencia desde las estructuras formales y no formales
existentes. La radiografía de esta patología social y política denota un estado
en precariedad de paz social en condición comatosa y de cuidados intensivos,
que desde las instancias políticas se desestima y que esperamos no termine “en
punto final”, sino en “punto y aparte”.
La
lectura entre líneas del resultado no oficial, ni legal de los pasados comicios
deja una cifra estimada de rechazo a la imposición continuista, pero por falta
de origen de las voluntades opuestas no puede reclamarse como legal, menos
legitima. Desde esa coyuntura el país ha pasado por diferentes movimientos de protesta
unos con más sofismas que otros y que han dado pauta a divergentes políticos (pero
en ocasiones convergentes) a reclamar como de su autoría, con derechos
reservados y con registro de patente, los intentos, esfuerzos y asomos de
avance en las conquistas de los gremios y de los sectores.
Del
artículo 3 constitucional, deben ser responsables los ciudadanos, así como de
los mecanismos de democracia directa, porque
las encuestas de opinión mantienen la constante, desde hace ya un par de años, 4
de cada 10 personas no son miembros de partidos políticos y tampoco tiene
simpatía por alguno. Una hipótesis puede ser porque los institutos políticos de
manera liberal, libre unificada, demócrata y cristiana han convalidado históricamente
la violencia jurídica constitucional y sus derivadas, con sus negociaciones y su
participación activa-pasiva, al grado que hoy no pueden presumir de tomar baños
en el Ganges, porque la ilegalidad tiene sus vistos buenos con tinta indeleble,
debido a la fragilidad que les provoca no solo la exposición al poder, también la ambición por ostentar el mismo.
Al tomar el “pulso de la
nación” como se identifica un espacio en televisión lo encontramos de costumbre
“hipertenso” y que cuando busca a estabilizarse, aparecen nuevas crisis, con
los provocadores y los provocados y se crean los espacios para el caos y de
repente la anarquía ¿“controlada”?
El derecho a la protesta es
constitucional, el de la insurrección también, pero la disfuncionalidad del
saqueo, el vandalismo y la piromanía, no y bajo ningún efecto psicotrópico o alucinógeno
puede ser justificada, tampoco ideologizada e instrumentalizada. Sin duda existe
una línea entre lo permito y lo no permitido que los oprimidos (sin olvidar el
juego de roles), los protestantes y los indignados deben tomar sus precauciones
para no ser finalmente comparsas de los agitadores de oficio, pasivos y
activos, que no tienen ideología y de sus “acompañantes” coyunturales que desde
el anonimato facial o no, atenten y desvirtúen las motivaciones originales, sus
argumentos y fundamentos de quienes reclaman ante los abusos o intentos de los
mismos, de quienes coyunturalmente administran el sistema corrupto, “cleptómano”,
pero también impune a nivel público y también privado. No esta de más recordar
que para caer existen dos coyunturas: es por zancadilla (1) o por torpeza (2).
El gobierno debe respetar y
proteger el derecho a la vida de los hombres y mujeres que se han colocado al
frente de este reclamo (sin casco, pasamontaña o atuendo alguno) así como el de
aquellos que en su sano juicio consideran propicio, oportuno y pertinente
levantar su voz como derecho, sin olvidar que “en río revuelto, ganancia de
pescadores”.
Que las gestas que hoy se provocan
generen una mejor educación y mejores condiciones de acceso a la salud (¿conoce
usted lector el otro lado de la acera en ambos temas?), además de provocar espacios
con mayor asepsia e inocuidad que eventualmente permitan, un estado más responsable
de garantizar los derechos y una ciudadanía más comprometida en sus aportes y
deberes para vencer la precariedad que nos agobia y rebasa en salud, educación entre
otros y que nos causan hasta hoy, retraso y postración.
No olvidemos que la gravidez y la falta de educación
democrática no se pueden disimular, menos esconder.
¡Si no es real, es ficción!...
Denis Fernando Gómez
Rodríguez
6
de mayo de 2019
Tegucigalpa,
Honduras
A
tres días de los primeros 25 de Denis Alberto
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