¿más educación?
Con
la certeza que nos da la situación generada por la Pandemia actual, de que los
gobiernos deben invertir menos en armas e invertir más en salud y en educación,
como un estado ideal de respuestas para cuando se logré declarar la etapa post
viral del momento.
Hace
mucho años existió por estos lares Don José Cecilio del Valle que fue
reconocido como Sabio y en su paso por la historia nos dejó un apotegma que de
manera parafraseada dice “la educación es la primera necesidad del Estado”. Esta
sentencia verdadera es en el Siglo actual una realidad que aplica en el
concepto más amplio de lo que significa la educación, pero también la falta
histórica de la misma.
Los
entendidos en los asuntos de la salud, indican que las recomendaciones para
prevenir los efectos de la Pandemia vigente pasan por asuntos de educación.
Algunas de esas personas doctas en el asunto establecen claramente que la
diferencia entre este país y otro vecino dentro del istmo, está marcado por la
educación de su población, que les permite seguir de manera más disciplinada
las instrucciones y en general obedecer y cumplir cada una de las
recomendaciones que se les dan en base a distancia social, lavado de manos,
medidas de higiene en general y otras prevenciones genéricas, pero también las
generales.
Sin
duda, que la falta de educación a nivel general nos delata en comparación con
el “testigo” de comparación. Es notable que el hecho de haber tomado la
determinación de abolir el ejército, les ha permitido diseñar sistemas de salud
y de educación que hoy les ayuda para sobreponerse a la mera precariedad. Obviamente,
el contraste o inverso nos expone a reconocer que el asunto de la falta de
educación es una de las mayores restricciones históricas de las que padecemos y
nos postran para evitar sobreponernos al
avance vertiginoso de la curva de contagio y peor del incremento de la tasa mortalidad
que es la mayor del Continente.
A la
espera que logremos sobreponernos al azote de este viral enemigo, por las circunstancias
precariarias del sistema y su efecto en las ausencias-carencias requeridas a nivel óptimo para contar con las
suficientes defensas naturales para luchar, resistir y vencer a tan letal invasor
y ajusticiador de la vida.
Son y
serán también los 128 diputados/as del Congreso Nacional quienes tengan en su
decisión política crear la tasa de salubridad y educación y revertir la tasa de
seguridad generadora de las excusas para las excentricidades presupuestarias de
los últimos años que dejan evidencia de un proceso involutivo de la democracia
electorera con intentos agresivos y forzados de re militarización como en la
década de los ochentas en desmejoramiento de los sistemas de salud y educación
para catalizar procesos de privatización de los mismos y las oportunidades de
inversión de los grupos aristocráticos de siempre, pero también de los de ahora,
coludidos y fusionados se amparan en la impunidad de un sistema de justicia
constituido para que no pasara, ni pase nada y en caso, de pasar sea tan leve e
intrascendente para una verdadera y sincera lucha contra la delincuencia oficial,
esa que también es “organizada”, multiforme, legal… y también constitucional.
Como
sentencian los entendidos que la lucha contra la Pandemia, necesita entre otros
detalles de educación y que la manera más efectiva de protegernos es y será
tener las manos limpias siempre. Para tal efecto, debemos ser capaces de desaprender, para aprender, lo cual, no dejará de ser un reto.
Esperemos
que la acepción de “manos limpias” aplique de manera remedial, ahora, para
aquellos personajes que forman las redes de asalto al presupuesto de la
emergencia, sean altos o medianos funcionarios gubernamentales, sean inversionistas-empresarios
de abolengo o sin el, sean los intermediarios-comisionistas o
contratistas-testaferros de oficio y todas aquellas personas que en la crisis sanitaria y humana, ven la
oportunidad coyuntural de resolver de una vez por todas sus cuitas para gozar
de una “vida mejor” como dice la consigna gubernamental continúa.
Sin
olvidar que si el comentario no es real, es ficción, pero si no es ficción, es
real.
Que
“donde no hay cabeza, todo se vuelve rabo” y que:
¡menos armas… más
educación!
Denis Fernando Gómez
Rodríguez
18 de abril de 2020
Honduras; Centro
América
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