¿“Desechos”?


    El diccionario de la Real Academia de la Lengua define la palabra desecho entre algunas de las siguientes acepciones: (1) aquello que queda después de haber escogido lo mejor y más útil de algo; (2) cosa que, por usada o por cualquier otra razón, no sirve para la persona a quien se hizo; (3) residuo, basura; (4) desprecio, vilipendio; (5) lo más vil y despreciable.

    La ubicación geográfica nos sitúa en el Continente más desigual del orbe y en ese contexto somos uno de esos países caracterizados como altamente endeudados y, por lo tanto, de los más pobres en materia económica y, por lo tanto, eventualmente, ser depositarios de materiales de desecho en diversas formas.

    Un par de décadas atrás inicio el tema de recibir ropa de desecho, llamada de segunda y mejor conocida como “de bulto”, para consumo de una gran parte de la población con bajos ingresos, que después se popularizó a segmentos de población que no necesariamente eran de ingreso precario pero que ante el aparecimiento de la ropa clasificada, tuvo y tiene la oportunidad de “vestir de marca” a precios muy accesibles o de “gallo muerto” como dicen en algunos pueblos de esta gran Nación. En cualquiera de las situaciones, la unidad de medida común es que esa mercancía es de desecho y encontró un buen mercado en esta precariedad.

    Al igual que las prendas de vestir, ha sucedido con los vehículos automotores, la mayor parte de los mismos comprados en audiencias para venta como chatarra, considerando las facilidades existentes para el cambio de vehículo mayor facilidad a la que se puede gozar por acá. Este negocio fue también próspero y en la actualidad, con menos impacto que al inicio persiste como carros de “segunda mano”, aun cuando la unidad haya tenido más de dos dueños.  Una forma más cómoda y accesible de poseer un vehículo usado que uno nuevo al que denominamos “de paquete”. Sin olvidar que los diputados del partido que gobierna intentan traer desechos tóxicos al país como un asomo de pingue negocio en beneficio de unos pocos y en detrimento de la mayoría.

    La cultura de lo usado, se volvió tan cotidiano que en tiempos de Pandemia, por lo revelado hasta el momento y ante lo oculto por resolver ¿?, quién administra el Estado y sus adláteres han hecho un serio compromiso con hacer “clavos de oro” de “buena fe” con compras de desechos a precio de nuevos, como una conducta sostenida por cumplir con las cinco acepciones de la palabra y sin duda, por cumplir de manera particular como desprecio a la dignidad de los habitantes de esta Nación (que incluye a sus parciales), la condición denigrante de sus actuar premeditado como un acto “mal nacido” de una vil gestión publica y despreciable por el cinismo de su actuación teatral al fingir demencia, como producto de la anosognosia propia que padece el que administra y quienes le sirven.

    El barco que finalmente atraco el puerto, desembarcó el nuevo atraco público (si no es real, será ficción), estimado en mayor proporción al de la seguridad social, pero igualmente, de lesa humanidad por poner en juego la salud y la vida de la población. Ambos atentados públicos en un sistema de justicia cooptado por el autoritario que administra y desde ya tiempos, diseñado para que no pase nada y en caso fortuito, si sucede algo, sea tan leve que no desenmascare a quienes han tejido desde tiempo atrás, las mentiras, el despilfarro, el hurto y el saqueo del erario.

    De ser real y no ficción, este mal cuento y mal contado cuento, quien gobierna habrá dejado un mojón (usado en topografía), pero con especial énfasis en su acepción como porción compacta de desecho sólido humano.  

    La “novela turca”, como le llaman algunos, continua su trama, sus teorías de conspiración, de resolución y los globos sondas. También sigue la corrupción, la impunidad, el fingir demencia, la anosognosia y la conducta mal nacida de un grupo que asalto el poder de una manera delicada, pero artera, con el propósito de quedarse y en el medio del ocio y el contraste de un supuesto afán, no solamente maquino, también perpetro.

    Sin duda que la impunidad durara lo que tarde la corrupción en desaparecer y en esa espera, que habiliten los triajes para apartar a los sintomáticos y a los asintomáticos de la epidemia de 100 años y más de historia nacional  de los fondos públicos, de los préstamos internacionales y de todas las modalidades de financiamiento no exentas de la comisión, del despilfarro, del hurto, del robo y demás modalidades de enriquecimiento ilícito, cobijado en la complicidad de “cuentos” superiores y de la función meramente ornamental de un público ministerial. Y de último momento para no perder la costumbre, al amparo de una nueva Junta Interventora ¿o encubridora?

    Quedamos a la espera que de esta valoración del desecho que nos trata como residuos y basura con deprecio, reencontremos el camino de la dignidad, de la probidad, de la decencia, de la honradez … y recuperemos el estado, ese que como el erario, la salud y la educación ha sido también hurtado.

“Porque nada hay encubierto, que no haya de descubrirse; ni oculto, que no haya de saberse”. La Biblia en el libro de San Lucas 12:2

Sin olvidar que si no es real, es ficciòn.

 

Denis Fernando Gómez Rodríguez  

30 de julio de 2020
En la semana 20 de la cuarentena, para casi todo, menos para el pillaje del Estado

  

 

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