¡No podemos respirar!

            Por acá, la Pandemia ha abierto más puertas de las que se proyectaban en relación a la amenaza de concreción de actos de corrupción estatal al grado que hoy después de una historia recurrente de 100 años y más, las denuncias y acusaciones de hechos con premeditación y ventaja de saqueo, de despilfarro y de cualquier otra consideración que la imaginación le provoque.

¡No podemos respirar!, la corrupción ha tenido como compañera inseparable a la IMPUNIDAD; este sistema judicial esta diseñado para que no pase nada y que cuando excepciones apliquen, las mismas sean insignificantes que no alcancen a conmocionar el “modus operandi”. Lo anterior está provocando que un buen sector de la ciudadanía se considere estar en el hartazgo del cinismo de siempre y del vigente, el que durante cerca de 10 años se ha venido imponiendo con un cinismo tal, que cuando se reportan quebrantamientos de salud, por los abanderados, promotores y jefes de este movimiento, pensemos que algunas de esas rutilantes personalidades son “falsos” positivos y positivos “falsos”, como una expresión que resume las conductas distorsionadas de los supuestamente contagiados.

Hoy un buen segmento de la población (¿la mayoría?) se identifica con el grito de auxilio que una víctima de la brutalidad policial, de un país que no esté, le ocasiono la muerte. Esa expresión refleja nuestras deudas de justicia, nuestra impotencia, indignación y molestia por tanto cinismo y tanta miseria que nos deprime al darnos cuenta que el dinero público para atender la Pandemia, aparentemente no va a alcanzar porque los signos visibles de la precariedad se retratan de cuerpo entero en carpas y en toldos.

Los desaciertos en la gestión pública en la Pandemia han sido una constante; los aciertos en la misma han sido completamente erráticos, al grado que hoy la consigna es ¿dónde está el dinero? y ¡devuelvan lo robado!, apelando a las mejores condiciones ideales sin desestimar los peores escenarios. Esos, similares al saqueo de los fondos de la seguridad social, que encontró a los autores materiales, pero “escondió” (por la arquitectura y la ingeniería del sistema de justicia) a los jefes y autores intelectuales de tal atentado contra la población y que curiosamente hoy se repite con una alta probabilidad que sean los mismos.

Desde ya años atrás el “público ministerio” dejó de cumplir con su responsabilidad constitucional de defender y proteger los intereses de la sociedad hondureña y en ese trayecto, olvido como un acto patológico que era independiente de los Poderes del Estado y libre de toda injerencia política-sectaria. Hoy es casi un adorno institucional, a quien el Congreso Nacional en su coartada para desaparecer el antisistema de lucha contra la corrupción, se ha encargado de bloquear, de postrar, para cualquier acción previa de persecución del delito y quienes lo cometen, porque la consigna es que quien hace las cuentas superiores, dilate el tiempo y disipe la pena de quienes delinquen contra el estado, por delegación, por nominación… o por representación

¡No podemos respirar! En este ahogo tenemos varios escenarios, el peor que puede suceder es que no pase nada y el mejor (producto de lo sin sentido, propio del País de Alicia, que se libere se a Temis, de su secuestro histórico que no tiene ideología y el Fiscal Santos y los suyos (ya no Batman, Superman y Robin criollos), emerjan y luchen porque los conciudadanos oprimidos, violentados y abusados, ¡podamos respirar! Y no termine en tragedia, similar a la de “allá”.

 

Del cuento de Pinocho y una ejecutiva acepción y… ¿de los “falsos” positivos y positivos “falsos”?

 

 

Denis Fernando Gómez Rodríguez

Santa Lucía; Francisco Morazán

8 de julio de 2020

A tres días para la celebración de cumpleaños de Sandra, la esposa, madre y suegra; y 9 años después, gracias a Dios, seguimos por acá,

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