“facturas” y ¿“fracturas"?
Por acá y en ocasión de la Pandemia del momento, cada día se han hecho más frecuentes los azoros de que se repita un nuevo capítulo del saqueo del estado, elevado en una proporción geométrica aprovechando el flujo continuo de fondos públicos que el Congreso Nacional le ha aprobado al Ejecutivo, a ojos cerrados, para el manejo de la crisis.
Del millonario monto aprobado y de su ejecución ha sido una institución en particular la que ha gastado y mal gastado cerca del 50% de ese monto. Y lo ha hecho de una manera arbitraria, opaca, discrecional y abusiva, pero sin duda contando con el visto bueno de quien ejerce de manera continuista la responsabilidad de administrar el Estado en sus 45 funciones y otras que le asigna la Constituciòn en su artículo 245. Por cierto, en un acto de "fingir demencia", al intentar obviar que las funciones se delegan, la responsabilidad no, el primer administrador ha “reclamado” y condenado a quienes han “abusado de los fondos públicos”, como un síntoma inequívoco que padece “anosognosia” (no darse cuenta del mal visible que padece) como un término clínico que en su momento aplicó al ámbito político, el recordado galeno Gaspar Vallecillo (QEPD)
Así las cosas, los delegados del administrador se encargaron de las compras de buena fe, que rompieron cualquier esquema de control interno del gasto público, teniendo la desfachatez de “comprar” siete hospitales móviles en el extranjero y de contado (sin “facturas” a la mano) a un proveedor que alegaron no conocer, pero que las fotografías del pasado reciente les delatan como cercanos en el círculo de influencia de una variedad de amigos y correligionarios, al grado que algunos ya se alistan para brindar sus capacidades técnicas en la instalación de dos de siete hospitales que ya están acá; todo “calza” como ha sido la costumbre de este proyecto continuista desde sietes años y más.
La historia del barco y los hospitales móviles es sin duda, un “mal cuento” y además, “mal contado”, como las “facturas” cuya inexistencia, primero, luego retardo, posteriormente incongruencia y una abismal diferencia en los valores totales ha probablemente ocasionado “fracturas” al interior del hasta ahora autodenominado instituto político más grande y “fuerte del istmo centroamericano. En primera instancia se han ido intentando desmarcar del acompañamiento afín ¿y cómplice? de siempre, un par de organizaciones civiles; y con el desprendimiento de un movimiento interno, hoy sumado a otro instituto político que perdió su norte, su ideario, pero conservò su función “saprofita” al acompañar al administrador del estado, en todos aquellos proyectos que hoy denunciaron como “camarillas de asaltantes del estado”.
Al parecer las “facturas” del partido de gobierno y de quien les somete, les empiezan a ocasionar escisiones y nos hace dudar que el administrador general pueda seguir presumiendo de esas consideraciones de fuerza que le lleva a desafiar al miedo, porque el pánico y el terror dice no conocerlo, asì como tampoco conoce “sus males visibles que padece” por la anosognosia.
En tanto las autoridades desaduanan los contenedores que presumen traer dos hospitales ¿nuevos y completos?, como “un mal cuento” y “mal contado”, los toldos y las carpan retratan la desidia, la incapacidad, el desprecio y la terquedad de quien administra el estado y de sus parciales, quienes sumisamente le siguen y obedecen, con temor y también con miedo.
A la espera que las “facturas” de la Pandemia estén fracturando la arrogancia, la soberbia y el autoritarismo de quien hoy se aferra a las armas de las fuerzas que ya no son del pueblo, porque la mayoría de sus comandantes ¿o todos? Prosélitos de la “vida mejor”, esa que se prolonga hasta el hospital militar para que el administrador general, su familia, sus arlequines civiles, militares afines y sojuzgados consuman “maíz” y reclamen como propio.
Sin duda, la corrupción durará, lo que la impunidad tarde en desaparecer.
Del adagio aquel de que “la ambición rompe el saco” y que “nada, ni nadie es para siempre”.
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