de la "simulación"

En los últimos años se ha promovido el trazo de una línea fina de “uniformidad y semejanzas” entre las instituciones políticas y las instituciones u organizaciones civiles, al grado de presentarse interrogantes y declaraciones como: ¿son los partidos políticos parte de las organizaciones civiles? ¿actúan las organizaciones sociales como partidos políticos? Y otras dudas que se han alojado en el discurso de la democracia con partidos políticos y muy localmente, por esta geografía continental de la democracia criolla y electorera.

Los institutos u organizaciones políticas son instituciones de derecho público, se conforman con diferentes requisitos ideológicos, están habilitados para participar en comicios bajo el fundamentalismo occidental al que se refiere David Van Reybrouck, en su libro “contra las elecciones”, para aspirar a ganar y detentar el poder de gobernar un país, en el mejor escenario y “desgobernarlo” en el peor. En su defecto, en la aplicación de los mecanismos de democracia directa los partidos políticos no “existen”, en los referendos o los plebiscitos, para citar algunos, porque son los ciudadanos los responsables que se desarrollen dentro del principio democrático no instrumentalizado políticamente.

Las organizaciones sociales-civiles por definición se identifican como grupos de personas alrededor de un propósito común, no político-partidista-sectario y son los intermediarios entre el estado y la sociedad en general que incluye el universo de las personas que en su condición ciudadana del país no necesariamente son partidistas-partidarios-sectarios, tampoco son agrupados en las organizaciones civiles.

Como suele un asunto es la definición jurídica, la técnica y la legal, otro tema es la práctica diaria que nos conduce a ver a los miembros de los partidos políticos reclamar ser parte de las organizaciones de la “sociedad civil” como les llaman y ven el otro lado de la moneda, a las personas congregadas en las organizaciones civiles desempeñar en el juego de roles, un papel de “simulación política” similar a las simulaciones contractuales que algunas suelen practicar-excepciones confirman la regla- Lo cierto del tema de simulación que nos ocupa es que las agrupaciones políticas semánticamente de izquierda o de derecha han cooptado a la mayoría de las organizaciones civiles y éstas de momento, contemplan y aplauden los desaciertos acumulados, sistematizados y sintomáticos de quienes en la aspiración y pretensión de gobernar, independientemente de la propaganda ideológica, “desgobiernan” por el incumplimiento de las funciones del poder ejecutivo descritas en el artículo 245 constitucional.

Y entonces queda la ciudadanía, especialmente la que no se segrega para el uso del “big data” como partidista-partidaria-sectaria y tampoco en las instancias sociales. La ciudadanía necesita atención y construcción para que formada en los fundamentos verdaderos de la democracia sepa reconocer a primera vista las simulaciones partidarias-partidistas-sectarias y las simulaciones civiles y entonces tomar mejores decisiones e intentar, pretender, aspirar cambiar el rumbo torcido del estado de derecho que nos ocupa y preocupa, así como dejar de seguir cavando las honduras del territorio que doscientos años después son bicentenariamente precarias y transitan de la “chatarra móvil” del nefasto reciente pasado, al “mundo de papel” que la administración actual utiliza para plasmar o dibujar la caricatura de la función pública que gestiona.

A falta de voluntad y abundancia de omisión perniciosa desde quienes conforman las instituciones políticas y de las carencias civiles ¿podrán aportar las instituciones de educación superior en diseñar y desarrollar los programas que nos permitan la educación de la ciudadanía democrática? Lo anterior bajo la prescripción de la teoría del desarrollo organizacional y la teoría del cambio planeado que contempla descongelar los aprendizajes o desaprender, en este caso “perversos” y aprender los correctos que obviamente trascienden de la estrechez politiquera que nos juzga y sojuzga en nombre de una versión local de democracia y asomando su degeneración en oclocracia, si no actuamos y enmendamos el camino.    

¿O se cumplirá el escenario que ya nos plantean los autores del libro de cómo las democracias mueren, aunque la nuestra por incipiente sea criolla y electorera?

 

Al cierre

Si una sociedad libre no puede ayudar a sus muchos pobres, tampoco podrá salvar a sus pocos ricos. Jhon F Kennedy

 

 

Denis Fernando Gómez Rodríguez

Honduras-Centro América

21 de agosto de 2023

Desde uno de los lados del Potomac

 

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Pulso de la Nación-primera parte: de la democracia criolla ¿ficción o realidad?

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