Del 2016, de la ilegalidad y ...
Por esta latitud, estamos a pocas horas de cerrar el 2016, año en el cual, la ilegalidad (que no tiene ideología) ha impuesto su patrón histórico y como de costumbre, la aceptación pasiva de la misma como definición genotípica de las élites políticas de siempre, una con vestimenta tradicional y centenaria, otras con mediana edad y otras como parte de una mutación genética cuya herencia, como siempre, deriva de la convencionalidad de país. El país avanza entre temas políticos y electorales que se debaten entre la legalidad y la ilegalidad y en este último, cuando no se logran los argumentos necesarios se instrumentalizan los subterfugio de “cuasi legalidad”, que marca el “norte” de aquellas personas políticas que de manera torpe (menos hábil), menos torpe o más hábil, vencen las normas que han jurado respetar, en su afán desmedido e inmediato de pernoctar en el ejercicio de poder, bajo un influjo de cuasi mitificación que con la repetición, la proclamación y un cierto indulto plur