Del 2016, de la ilegalidad y ...
Por esta latitud, estamos a
pocas horas de cerrar el 2016, año en el cual, la ilegalidad (que no tiene
ideología) ha impuesto su patrón histórico y como de costumbre, la aceptación
pasiva de la misma como definición genotípica de las élites políticas de
siempre, una con vestimenta tradicional y centenaria, otras con mediana edad y
otras como parte de una mutación genética cuya herencia, como siempre, deriva
de la convencionalidad de país.
El país avanza entre temas
políticos y electorales que se debaten entre la legalidad y la ilegalidad y en
este último, cuando no se logran los argumentos necesarios se instrumentalizan
los subterfugio de “cuasi legalidad”, que marca el “norte” de aquellas personas
políticas que de manera torpe (menos hábil), menos torpe o más hábil, vencen
las normas que han jurado respetar, en su afán desmedido e inmediato de
pernoctar en el ejercicio de poder, bajo un influjo de cuasi mitificación que
con la repetición, la proclamación y un cierto indulto pluralista, permea un
inestable estado de derecho, que se convierte en una simulación que se “cumple”
o mejor escrito, “incumple”, cual representación
holográmica.
El tema de la reelección
presidencial inmediata ¿e irresistible? ha completado su guión, con la inscripción
del mandatario vigente por parte del organismo rector electoral (por la ley de
justicia constitucional en su artículo 65, no puede ser contraria) y al cierre
del año, sin duda, ya ha sido negociada como “moneda de cambio” con partidos de
oposición de nuevo cuño, pero de viejas costumbres (lo traen en los “genes”),
para tener representación en los entes de “seguridad nacional” ¿…? y en el que
debe velar por el buen manejo de los recursos del estado, que hasta hoy recibe
el nombre de “tribunal superior de cuentos” (en minúsculas).
Lo único que les
queda a los partidos de la oposición, es “aceptar”, el amparo, la sentencia declarada,
proclamada, para “pretender” agruparse y competir, primero
con el ego personal de quienes encabezan los institutos políticos, menos uno ¿…?,
después vencer la desarticulación o desorganización que les identifica como bloque
y posteriormente aspirar en la competencia con el partido vigente que se auto proclama
como el más grande de la región, entre otros epítetos de supremacía política y electoral.
En
los recuerdos de la enseñanza primaria, permanece, entre otros, el cuento del traje
nuevo del emperador, escrito por Hans Christian Andersen y publicado en 1837
como parte la serie “Cuentos de hadas contados para niños”, donde el autor
advierte que “no tiene por qué ser verdad lo que todo el mundo piensa que es
verdad, del cual citamos textual: “Hace muchos
años vivía un rey que era comedido en todo excepto en una cosa: se preocupaba
mucho por su vestuario. Un día oyó a Guido y Luigi, decir que podían fabricar
la tela más suave y delicada que pudiera imaginar. Esta prenda, añadieron,
tenía la especial capacidad de ser invisible para cualquier estúpido o incapaz
para su cargo. Por supuesto, no había prenda alguna sino que los pícaros hacían
lucir que trabajaban en la ropa, pero estos se quedaban con los ricos
materiales que solicitaban para tal fin.
Sintiéndose
algo nervioso acerca de si él mismo sería capaz de ver la prenda o no, el
emperador envió primero a dos de sus hombres de confianza a verlo.
Evidentemente, ninguno de los dos admitieron que eran incapaces de ver la
prenda y comenzaron a alabar a la misma. Toda la ciudad había oído hablar del
fabuloso traje y estaba deseando comprobar cuán estúpido era su vecino.
Los
estafadores hicieron como que le ayudaban a ponerse la inexistente prenda y el
emperador salió con ella en un desfile, sin admitir que era demasiado inepto o
estúpido como para poder verla.
Toda
la gente del pueblo alabó enfáticamente el traje, temerosos de que sus vecinos
se dieran cuenta de que no podían verlo, hasta
que un niño dijo:
«¡Pero si va desnudo!»
La
gente empezó a cuchichear la frase hasta que toda la multitud gritó que el
emperador iba desnudo. El emperador lo oyó y supo que tenían razón, pero
levantó la cabeza y terminó el desfile”.
El cuento tiene su acepción política
electoral que no tiene ideología y en el patio local, saludamos a todas
aquellas personas con filiación política o sin ella, que han decidido emular al
personaje del niño en el tema de la reelección inmediata ¿e irresistible? del
presidente actual, que de acuerdo al artículo 245 Constitucional, lo que debe
cumplir es ¡trabajar, trabajar y trabajar!, así como respetar la promesa de su
investidura, que a la sazón se convirtió en un mero placebo.
¡Por que la ilegalidad histórica, no tiene ideología!
Denis Fernando Gómez Rodríguez
31 de diciembre de 2016
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