¿diálogo...?
Por estas coordenados no
existen mayores adelantos en la cultura democrática; la ausencia de valores, el
desinterés por su promoción y menos por su práctica histórica dan cabida a malas
prácticas de antivalores que hoy nos tienen sumidos en la sumatoria de los años
anteriores, en este estado de crisis política-electoral.
Tampoco tenemos “desarrollada”,
menos “en desarrollo” (por atascamiento mental), una cultura de diálogo real. La
ausencia del mismo nos ha enfrascado en el alegato, la descalificación del
divergente, la intolerancia y el dolo, entre otras disfuncionalidades.
Los remedos de “diálogo” anteriores
al que se asoma, se han caracterizado por ser “monoaurales”, por lo tanto, inútiles
e improductivos. Las “virtudes” anteriores no tienen ideología.
De realizarse el mencionado diálogo
y que no sea un mero placebo, deben observarse las siguientes consideraciones:
La
primera es que los provocadores sistematizados y sus inmediatos
oponentes depongan individualmente su “inmensurable” ego, codicia y sectarismo
político para reconocer que son los culpables de estas postales que nos retratan
como nación bárbara y se sienten (como en la etapa preelectoral cuando
nombraron a los titulares del Tribunal Superior de Cuentas y de la Unidad de
Política Limpia) a revisar sus convergencias y sus divergencias, atendiendo las
que son reales y desechando las que son producto de la “ficción política
electoral” que nos cobija y sobrepasa ¿?
La concurrencia del resto de
partidos políticos y de las diferentes organizaciones civiles (algunos rostros de
representantes afines al gobernante y todavía exprecandidatos que eventualmente pueden convertir el intento en mera tertulia) debe ser
posterior a que las personalidades que atizan e incendian la cotidianeidad
presente, dialoguen no aleguen.
La
segunda se orienta a que las partes principales del conflicto
reconozcan dos principios esenciales: El primero, utilizado en las ciencias de
la comunicación que expresa “que estemos de acuerdo en que no estamos de
acuerdo” y el segundo, utilizado en administración que menciona “si en
la reunión todos los presentes pensamos igual, tenemos un problema… nadie está
pensando”. Desconocer los dos principios anteriores solamente generará
mayores y nefastos desencuentros.
La
tercera es que se comprometan de verdad, no como cuando la firma (e
incumplimiento) del acuerdo de garantías mínimas del 2013, a dar una respuesta
concreta a la ciudadanía (incluidos el 35% de connacionales que no tienen
partido político) al nuevo diseño de la ingeniería electoral, de una nueva normativa
plural e incluyente y de buscar la certeza de los resultados postelectorales recién
pasados con una auditoría forense, entre otros asuntos de interés nacional y en
calidad de rezago en sus respuestas.
Acerca de la participación de la
cooperación internacional en este asunto, debe ser como “ortesis” (testigos),
pero nunca como “prótesis” (facilitadores), aunque la descalificación nacional trasciende cualquier intento de encontrar figuras connacionales con la asepsia requerida y ojalá, inocua.
Los resultados y compromisos
resultantes deben, no pueden, ser
vinculantes (en reparación al olvido sin ideología, de las recordadas recomendaciones
de la Comisión de la Verdad y de la Reconciliación) y con la máxima de retornar
al principio y la práctica del respeto a la Constitución como rechazo a la
visión mínima y la práctica histórica de violación del “librito”, como mencionó
un célebre “arlequín” de turno.
El país no pertenece a ningún
instituto político de los que hoy están en conflicto, tampoco de los que no lo están;
menos de ningún presidente, expresidente o excandidato/a, aunque en momentos actúen
como tal. Por lo tanto, los señores Hernández, Nasralla y su promotor Zelaya,
deben deponer sus intereses particulares para beneficio de la totalidad de
quienes habitamos el país, de no hacerlo, nos obligarán a llevar la
lápida de la Nación provocado por el colapso del sistema político-electoral que ya feneció pero que no deja nacer el
nuevo, provocando el “monstruo” que nos ocupa y preocupa como la acepción local
del interregno de Gramsi.
Como
escribe la Doctora Oralia Chapa
Pensamos
en ti...
El
que no sabe y sabe que no sabe, es humilde; enséñale.
El
que sabe y sabe que sabe, es un sabio; escúchale.
El
que no sabe y cree que sabe, es un soberbio; húyele.
El
que no sabe y no sabe que no sabe, está dormido; despiértalo.
Denis Fernando Gómez
Rodríguez
16
de enero de 2018
Ya
sin “TPS” y en pausa inconsulta, por lo pronto… ¡plop!
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