de la inteligencia emocional como carencia



El concepto de inteligencia emocional fue desarrollado por Daniel Goleman, psicólogo norteamericano y se refiere a la capacidad para reconocer los sentimientos propios y los ajenos; por lo cual la persona es hábil para el manejo de los sentimientos en condiciones favorables o no.

Es una competencia que se desarrolla entra la disyuntiva entre lo racional y lo emotivo, llegando a la incorrecta apreciación de que “a mayor educación formal (sobre todo), mayor inteligencia emocional”. La práctica cotidiana denota que tal habilidad, la de ser inteligente emocionalmente, no es de manera “obligatoria” directamente proporcional.

En sociedades “polarizadas” como la que convivimos es pertinente, propicio y oportuno las personas de imagen pública y las anónimas también, “cultiven” y ejerzan esta competencia escasa que nos ayuda a bajar la intensidad de las discusiones y alegatos (no diálogos) que se dan en cada uno de los campos del diario vivir, con su génesis en la falta de educación cívica y el desmérito colectivo por valores democráticos. Esta condición de precariedad genera entonces la mayor conflictividad posible que deriva, en algunos casos, en “anarquías controladas” que no son ajenas a ninguna “ideología” (si es que no se han confundido con el populismo) de las por acá conocidas.

Las condiciones actuales denotan que la confianza local partió en su propia “caravana” y se requiere del foráneo por su “potabilidad”, su presumible inocuidad, imparcialidad y credibilidad como máximas “constitucionales”, hasta que sus actuaciones no se parcialicen por el poder, como en ocasiones pasa.

Esta polarización nos muestra en los alegatos, las discusiones, las descalificaciones en foros políticos, por los medios de comunicación convencionales y por las redes sociales, los frecuentes desencuentros donde no existe (como regla, no como excepción) persona con formación académica que no sucumba a los “encantos” de la descalificación recíproca y la diatriba que exacerban los ánimos y hacen “brotar” las bajas conductas, los malos modales y los antivalores propios del área oculta (lo que desconocen otros y lo que conozco yo) y del área desconocida (lo que desconozco de mí y también lo desconocen los demás) de la ventana de JOHARI que se utiliza en psicología y se aplica también en el desarrollo organizacional.

El país requiere que nos despojemos de la mezquindad congénita y en los casos que aplican, del sectarismo político que nos lleva a la deriva, a desconocer la aplicación de la dialéctica, a tener más argumentos que fundamentos (si no existen, no importa) y entonces “querer tapar el sol con un dedo” negando las carencias históricas, los rezagos, los sofismas, los placebos y proclamando personajes contemporáneos “cuasi-míticos”, los “cuasi-héroes” y los “cuasi-mesías triplemente carnales” y otro tipo de alucinaciones.

Que la inteligencia emocional nos persuada a conocerla, aprenderla y a practicarla diariamente para que se convierta en buen hábito; de continuar con la carencia actual nos aproximaremos a experimentar la versión local de “incendiar roma” y a tener la copia autóctona del “éxodo” en de la confianza, pero también de la miseria multidimensional sistemática, sistematizada y sintomática que por los años se han encargado de promover los que han “gobernado” (sin excepciones), lo que “gobiernan” y en ambas situaciones quienes simultáneamente con sus gestiones nos han desgobernado con el "aval" de la pasividad y permisividad colectiva. 

Como bien menciono el llamado Sabio José Cecilio del Valle:

Denis Fernando Gómez Rodríguez
20 de octubre de 2018
De exigencias doctorales y abordajes de baja escolaridad como síntoma de escasa inteligencia emocional.







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