¿del poder electoral?
Por estas coordenadas
geográficas se van cumpliendo con algunas “premoniciones” como la del diálogo,
que un minoritario sector de opinión identificó como “mortinato” (nacer muerto
en medicina pediátrica), considerando con los comportamiento históricos y
sistematizados de las actuaciones políticas en esa materia.
En ese atasco, se mantienen el
escenario de reformas políticas-electorales que cada uno de los partidos
políticos originarios del conflicto y sus élites, con la suma de aquellos
institutos que cogobiernan y han dejado su “identidad” e ideario a nivel de
panfleto.
Las reformas
políticas-electorales se dividen en aquellas de orden constitucional y en las
de orden de ley electoral y de organizaciones políticas que desde el 2004
intenta rectorar la justicia y transparencia en la justa comicial. Las
constitucionales requieren dos legislaturas consecutivas, para su aprobación e
inmediata ratificación. Entonces los tiempos en el 2018, se agotan y se “presupuesta”
como escenario “indeseable” que no exista compromiso político de las mayorías
legislativas, para tales reformas.
Las reformas de la ley
electoral pueden esperar apara el 2019, debido a que algunas de ellas deben ser
producto de la constitucionales.
En el caso de las
constitucionales los partidos políticos han delineado su “menú” a la carta y
cada uno “pelea” por definir la ley ¿o la nueva ley electoral? a su medida. Una
plataforma de organizaciones civiles aspira a colocar en la bandeja de los
partidos su propuesta de reformas constitucionales y de la ley electoral,
sumado a la propuesta de los expertos criollos que, además, fungieron como
presidentes del organismo rector electoral, patrocinados por el poder
legislativo y la versión actualizada del fracasado proyecto de ley para la
participación política y electoral.
Días atrás ha llegado el
auxilio internacional solicitado por el mismo Congreso Nacional ante el
organismo Continental. La tarea de la delegación pasa por “conformar” una nueva
ley electoral, en atención a las recomendaciones de la Misión en el 2017,
sumando las propuestas que localmente se han identificado.
Mi comentario acerca de una reforma constitucional que responde a la baja calidad
técnica del proceso como fue catalogado por el organismo Continental y a la
necesidad ingente de tener procesos limpios, transparentes, auditables y
creíbles en el cumplimiento de los indicadores que determinan las elecciones
como auténticas y democráticas y cuya definición afirmativa o no, brilló por su
ausencia en las misiones técnicas internacionales calificadas y por lo tanto “serias”.
Esta reforma es la del organismo
electoral constitucional, su constitución, su competencia y su autoridad final
en los asuntos de su competencia.
Que el organismo electoral sea
la última instancia de administración y de justicia electoral, conlleva a la
reforma de igual Constitucional para que la famosa sala de lo Constitucional y sus
decisiones politizadas no tenga más injerencia en los asuntos de justicia
comicial. Lo anterior no es fácil, pero no hacer la reforma será una
manifestación de incongruencia entre lo que se dice a la prensa y lo que se
hace.
Las propuestas varían desde
dividir el organismo electoral en administración de procesos y justicia
electoral; otros esgrimen crear un tribunal de justicia electoral dentro de la
Corte Suprema de Justicia y así van y vienen propuesta. Este tema ha sido
recurrente en los últimos 12 años y al no existir decisión política, “reaparece”
con la novedad que no hacer nada en el tema y en el resto, será condenar la
democracia electorera a un segundo y consecutivo colapso que derivará en una
inmediata y consecutiva crisis de la cual eventualmente no podamos ni siquiera asomar
el remedo de rehabilitación del sistema político electoral.
El país requiere un organismo
electoral rehabilitado que independientemente de quién y cómo elija a sus altos
funcionarios, los mismos deban su fidelidad y “sumisión” a la Constitución y de
manera específica al cumplimiento de los 13 principios que rigen el sistema
político electoral hondureño, no como excepción sino como regla.
El derecho comparado en
materia electoral nos ilustra que el organismo puede convertirse en cuarto
poder, alternativa que no debe descartarse, pero que nadie lo aborda como tal y,
por lo tanto, está lejos que suceda.
Sin un organismo electoral
rehabilitado en la mayor asepsia e inocuidad posible, de nada servirán que las
mesas electorales sean conformadas por ciudadanos, que se tenga un censo
nacional electoral depurado, sin olvidar que en el tema no existe la perfección,
que existan distritos electorales y cualquier otra opción que el menú
particular identifique.
Que la crisis postelectoral
vigente nos obligué a que el siguiente proceso sea de alta calidad técnica, de
confianza, credibilidad y escuchemos la máxima que cumplimos con elecciones
auténticas y democráticas.
Que el proyecto de reformas
político-electorales o una nueva ley electoral no cumpla con la categoría de ser
otro “mortinato” nacional.
“Las reformas electorales
deben ser creíbles para ser estables y deben ser estables para ser creíbles”. Máxima
en materia electoral
Denis Fernando Gómez Rodríguez
28
de octubre de 2018
Lo estulto no tiene ideología,
tampoco militancia
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