¿De la “segunda vuelta” partidaria?
La democracia electorera en la
cual transitamos desde ya tiempo es aquella que requiere que sus partidos
políticos sean reales, sean robustos y conciten la representación genuina de
quienes se identifican como sus activistas, sus partidarios o sencillamente sus
simpatizantes y que se alejen de esa disfuncionalidad que les provoca ser tramitadores del documento de identidad con fines políticos-electorales.
En el año 2017 una encuesta
realizada por el equipo de reflexión de los Jesuitas determino que, de cada 10
connacionales consultados, por aproximación matemática, cuatro manifestaron no
tener ningún tipo de filiación con ningún partido político de los diez en la
justa electoral. Este dato es contrario a lo que desde casi siempre se manejó por
los parciales, que, de cada 10 personas, 8 o 9 pertenecían a los dos partidos
políticos centenarios y longevos que dominaban la escena política hasta el
2009. El contrate anterior tiene una connotación que confirma entonces, el “deslave”
/ la “erosión” y la falta de credibilidad que los países de este Continente que
ocupamos, van sumando a la inversa en relación a lo que llamamos democracia y
partidos políticos.
De momento, casi 11 meses
después de la crisis postelectoral, por acá no ha sucedido ningún evento que
provoque la percepción de voluntad política orientada a la solución de la sumatoria
de disfuncionalidades que provocaron el colapso del sistema político electoral
y su principal institucionalidad. Hemos visto solamente simulaciones de un
diálogo, auspiciado por la cooperación, como referente mediático de “fuerzas”
reales unas, diezmadas otras y de repente hasta “holográmicas” que han tenido
que ceder ante el “diálogo real” que realizan los tres principales causantes
del descalabro en cumplimiento del principio universal de que “las reformas
políticas-electorales obedecen a negociaciones de cúpulas”. El reciente
nombramiento de “representantes” de cinco partidos políticos como interventores
en la institución de seguridad nacional, no deja duda de lo anteriormente
expuesto; negar ese principio es el equivalente a convivir en la ficción con
Alicia.
En este tema de la crisis y
las aparentes respuestas a la carta que han tenido las “fuerzas”, llama la
atención la solicitud de realizar una segunda vuelta electoral a nivel presidencial,
sin embargo es curioso que los proponentes no han logrado superar su “versión
local de segunda vuelta”, desde las elecciones primarias y al no alcanzar la
mayoría absoluta, ni por votos, ni por apoyos extras, les tiene hoy dirimiendo sus
diferencias e “irreconciliables” grupales entre clivajes (los del lado claro y
los del lado oscuro) a través de redes sociales y de medios de prensa y
televisión como un pobre espectáculo del desprestigio de la práctica política y
del desprecio por la ciencia como tal .
Este partido tradicional antes
de ver hacia el frente, debe mirar hacia atrás y antes de “componer” el país,
deben enmendar esos entuertos que despiertan bajas pasiones y donde no hay
títulos académicos que develen algún grado de inteligencia emocional (que no
son necesariamente directamente proporcionales) en las facciones confrontadas y
“desenmascaradas”.
Como hemos mencionado esta democracia electorera
necesita de partidos reales y robustos, es oportuno apelar a la persuasión para
que las partes en conflicto antepongan sus intereses personales, pero también esos
nacionales (que les lleva a solicitar una segunda vuelta presidencial) y
mediten como establecer su propio diálogo, donde respeten los principios de “estar
de acuerdo en que no están de acuerdo” y de que “si todos -en cuadrilátero mediático-
piensan igual o lo mismo, tiene un gran problema de que nadie está pensando”,
sin menoscabar el principio de que UNIDAD, no es sinónimo ni equivalente de
Uniformidad. De repente ocuparán facilitadores y mediadores, como en el diálogo
que han interrumpido porque pretender arreglar el vecindario con tremendo
desorden casero, no es lógico y menos congruente.
Esperamos entonces que los
llamados a la reconciliación partidaria depongan sus posturas, sus argumentos y
sus estrategias de descrédito recíproco para que aúnen esfuerzos y reparen las
escisiones que hoy les vulneran en alto grado, como sumatoria de sus decisiones
partidarias y que como el adagio indica “nada es para siempre”. La democracia
como la nuestra requiere que los diez partidos políticos y los que serán
reconocidos sean reales, robustos y representen la inclusión y la pluralidad de
seis connacionales de cada diez que dicen tener filiación partidaria. Si el
partido tradicional y en profunda crisis no se repone, el partido que gobierna
y los que cogobiernan (menos uno) deberán tener presentes que ante tanto descrédito
por corrupción e impunidad que no tiene ideología, no son, ni serán exentos de debacles
futuras y, por lo tanto, en vez de alegrarse, se deben preocupar y talvez…
¿talvez? ayudar al histórico que hoy está en “cuidados intensivos” en coma, no termine en punto final.
“Excito a la juventud, que es llamada a dar
vida a este país que dejo con sentimiento por quedar anarquizado, y deseo que
imiten mi ejemplo de morir con firmeza antes que dejarlo abandonado al desorden
en que desgraciadamente hoy se encuentra.“ Francisco Morazán
Denis Fernando Gómez Rodríguez
3
de octubre de 2018
“Ceteris paribus” como en Economía
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