¿politizar la fe?
Para el teològo evangèlico René Padilla: “A
partir de la crucifixión de Cristo ha quedado totalmente eliminada la
posibilidad de una alianza incondicional entre la iglesia y el Estado, sea cual
fuese su signo. “Estamos llamados a cristianizar la política, pero jamás a
politizar la fe; a morir por lo que amamos, pero jamás a matar por lo que
creemos”.
Me defino como un hombre cristiano, evangélico,
protestante, confeso y practicante. No soy ecuménico, pero respeto la confesión
religiosa o no, de cada persona.
Años atrás tuve la oportunidad de incursionar
en política y mi servicio como servidor público duró ocho años y medio. En ese
entonces, creía a pie de juntillas en aquella consigna en las iglesias evangélicas
que había que evangelizar la política, sin meditar que en el intento estaba inmerso
el riesgo de politizar el evangelio.
En esos años de servicio público me permití
establecer una “especie de taxonomía” que aplica al ámbito de acción, donde logré
identificar cuatro grandes grupos de personas: (1) los filisteos (caracterizados por aquello sin Dios y peor, por
aquellos que creen en Dios, pero su vida es como si no existiese), (2) los filisteos que se disfrazan de
creyentes (que van de visita a los templos o donde les inviten, “haciendo
milagros”, recitando versículos, proclamando bendiciones, entre otras ardides, pero que su corazón esta
largo… muy largo de ser genuino y veraz) (3)
los creyentes que “actúan como filisteos, porque han sido fascinados por el
poder del dinero, de los favores políticos (disfrazados de bonos, por ejemplo)
y que decidieron ser flexibles, pero sobre todo débiles ¿o vivos? para “vender
su primogenitura-bendición de ser hijos de Dios- por un plato de lentejas o de
contaminarse con la porción de la comida y del vino del Rey y finalmente, (4) los que como en la Iglesia de Sardis,
deciden permanecer sin contaminar sus vestiduras, independientemente de la condición
que ocupen y con la “dificultad” de nadar contra la corriente.
Al paso del tiempo, entendí que el modelo que personalmente
no quería reproducir era el de “comer santos y deposicionar diablos”, después de ser
testigo de como algunas personalidades de la fe, se desmoronaban en lisonjas
para los que ostentan el poder y evaden con maestría presentar el evangelio de
la confesión y el perdón de pecados (entre las más de 50 manifestaciones de la
carne) y les dispensan la bendición y adulación al grado de casi “canonizarles”.
Entendí que estábamos lejos de cristianizar la
fe, pero que, si estábamos cerca de cerca politizar la fe y alejarnos del
verdadero significado de la cruz, para entonces pasar a ser sectarios (los que
defienden a capa y espada al que les colma de atenciones, de dádivas, en cada uno
de los extremos. En ambos casos se ideologiza la fe, se instrumentaliza y se
maneja como propaganda de sumisión a la figura pública al grado de construirle
un lugar alto para prenderles incienso, como en aquellos funestos tiempos que
relatan los Libros de los Reyes y de la Crónicas de los Reyes.
Como lo define R.
Padilla, no debe existir ni el mínimo asomo o intención porque la iglesia del Jesucristo
de la historia (sin apellidos), se case con el Estado, menos con el mandatario de
turno, tampoco con el que ya pasó para que en esa no recomendada condición civil
se vuelvan sirvientes, porque “existen favores después se cobran”. Sin duda cristianizar
la política es un enorme reto que implica hablar con la verdad, cuando la norma
son las mentiras o las medias verdades y medias mentiras; de ser honestos, cuando
es la excepción; de no robar, cuando se vuelve costumbre “de buena fe” como le
llaman algunos ahora.
Politizar la fe es una amenaza peligrosa, que,
acompañada de falta de conocimiento, que nos puede provocar olvidar que estamos
llamados a morir por lo que amamos, pero nunca jamás a matar por lo que creemos.
Los últimos tiempos son difíciles como está escrito en la Biblia, pero debemos
resistir la tentación de politizar la fe (los ángeles y los demonios no tienen ideología).
Un no rotundo a la politización de la fe, a la
compra de conciencias con viandas a cambio de canonjías y un rotundo si, para no
olvidar nuestra fe militante y nuestra vida de acuerdo a los principios bíblicos
y no con la avaricia ilimitada, cuyo fin justifica los medios, para que la
iglesia se confraterne con el Estado y en este afán, la iglesia olvidé que la
norma es su verdadera misión evangelizadora y discipuladora y le exija a sus
cuasi-representantes que no se confabulen por su desfachatez confraternal, “apoyar”
condicionamente personas corruptas, pero
“obsequiosas”.
En el caso particular por estas coordenadas y
ante “la dádiva” que no será gratis por parte del estado, la representación nacional
de La Sociedad Bíblica, rechaza la “negociación”
confraternal, por constituirse un compromiso moral de la libertad y de la dignidad
de la Iglesia para denunciar el pecado,
la corrupción, la injusticia y la impunidad, causando pena y crítica pública al
pueblo cristiano.
El Dios de la Biblia nos ayude para alcanzar la sabiduría
y la revelación y que los llamados a interceder no cesen y entonces Dios confunda
a los jinetes y los caballos de estos faraones modernos que están en el estado,
pero también ahora en la iglesia evangélica, cristiana… ¿y protestante? cuyos
nombres y apellidos no valen la pena transcribir.
Denis Fernando Gómez Rodríguez
Santa Lucía; Francisco Morazán
Honduras; Centro América
12 de noviembre de 2020
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