integridad
El diccionario de la lengua española en una de sus acepciones la define como calidad de integro y ésta, con dos acepciones (1) no carecer de ninguna de sus partes y (2) dicho de una persona, recta, proba e intachable.
Para un Rector de una Universidad privada Norteaméricana localizada en Pensacola, FL, quien define la integridad como “¿quién soy yo cuando nadie me ve?” Entendiendo que en la vida hay momentos cuándo nos encontramos únicamente nosotros y es donde ser una persona recta, proba, intachable o que no haga nada indebido se pone a prueba.
En este Siglo XXI encaminado al desenfreno provocado por el libertinaje en todos los sentidos y por un pensamiento humanista, sin mucha evidencia de humanidad, vale la pena autoconsultarnos, si creemos que la integridad debe ser rescatada como valor de vida o si vale el esfuerzo ser una persona recta, proba o intachable.
No son pocas personas las que desfallecen ante el reto de permanecer íntegros, son múltiples “oportunidades” para desistir, en ocasiones disfrazadas por deleites momentáneos y prohibidos, en otros casos por atajos que generan placer, comodidad, lujos y en momentos por las oportunidades de gozar de una imagen que no se pueda resistir, entre otras facilidades que amparadas en la frase de un famoso, que ha dejado escuela, “el fin justifica los medios”, ha ocasionado la erosión de valores morales y espirituales al “fascinar” a no pocas personas independientemente de su confesión religiosa o no, para citar una condición o una característica.
Para este nuevo concepto y práctica social ya no es importante ser recto en su proceder, quien así se esfuerce por actuar, es considerado ingenuo; tampoco importa ser probo, quien no se aproveche de las oportunidades para sacar ventaja extra a lo establecido o normal, es un tonto y quien busque tener un estilo de vida intachable, público y privado, es un inadaptado. Así se descalifican los valores hoy.
En la Biblia se comenta de Daniel y de sus amigos, quiénes capturados por los enemigos fueron hechos esclavos, les cambiaron sus nombres por el de las divinidades del momento, pero no lograron cambiar las convicciones de sus creencias y de sus estilos de vida y se mantuvieron firmes e intachables.
¿Cuál es mi posición ante la integridad? ¿Cuál es mi práctica por esforzarme en mis actos públicos y privados, en actuar de manera adecuada, de ser probo y de ser intachable?; ¿quién soy yo cuando nadie me ve?, ha sido, sigue y seguirá siendo una decisión muy personal que traerá siempre efectos positivos o no y dependerán de mi convicción en lo que creo y cómo lo practico.
Hoy en pleno Siglo XXI, avanzamos tecnológicamente y retrocedemos moral y espiritualmente en vivir con integridad, olvidando por omisión perniciosa que la ausencia precaria de la misma es un insumo que genera la erosión de una sociedad que se desmorona en la búsqueda de que lo humano no carezca de humanidad.
¿Quién es usted cuándo nadie lo ve, amable lector? Es de los que se sostiene en sus convicciones a pesar de las circunstancias, por ser íntegro, recto, probo e intachable o es de las personas que con su boca dicen ser y parecen, pero que cuando asoman las amenazas y las oportunidades del relativismo moral, desfallecen, se doblan, ceden y caen.
Denis Fernando Gómez Rodríguez
Honduras; Centro América
13 de junio de 2021
De donde la manipulación y
fingir demencia se impone y nomina.
De donde la mayoría quieren ser igual algunos próceres, pero pocos quieren emular a José Trinidad Cabañas
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