juego de palabras
Por estas coordenadas se acerca el día para definir la Junta Directiva del nuevo Congreso Nacional y como ha sido la costumbre inveterada, la discusión principal es quién finalmente será la persona que sea electa por mayoría simple de la totalidad de los 128 diputados/as.
Para los partidos ganadores del nivel presidencial
alcanzar los 65 votos mínimos pasa obligatoriamente por negociar ¿o dialogar? con
las instituciones políticas que alcanzaron representación en la integración final
del Congreso Nacional. La víspera de este compromiso de campaña alcanzada por
los ganadores, ha sido tensa, considerando que el partido adherido, según el
acuerdo firmado, independientemente del número de diputados/as tendrá la
facultad de ¨designarᨠa sus representantes en la Junta Directiva, incluido al
Presidente de la misma. Este último cargo ha generado aparentes desavenencias entre
los 50 diputados libres, que abarcan un par de candidaturas que al menos, mediáticamente
se han posicionado como eventuales aspirantes y candidatos, dando paso a una
serie de supuestos generados por sus parciales y por otros externos y lejanos, que
de no ser reales, son ficción, la misma que nos sobrepasa, nos ocupa y
preocupa.
Sin duda que para el candidato propuesto dentro del
acuerdo pactado y suscrito, aparte de ser designado, debe ser electo por no
menos de 65 votos y en este entendido el propietario de su instituto político afima
tener ese número y más. Los disonantes afirman que no los tiene y ante el ¨fantasma¨
que los cogobernantes del momento y los que se va, alcancen el número de 65 y
se queden con la ¨guayaba¨ (el cargo), por lo tanto, los candidatos internos se
erigen, con razón y sin ella; con derecho y sin el; con conocimiento-experiencia
y sin ambas, poniendo a juicio de no pocos en duda, el cumplimiento del acuerdo
que generó como condición ¨sinequanon¨ el inicio del contundente e histórico triunfo.
En la palestra pública se pronunció recientemente la
persona más entendida y experimentada en estos asuntos políticos, con un juego
de palabras entre ¨nominar¨ y ¨designar¨, que ratifica que el requisito para
que el nominado por el acuerdo, sea electo Presidente del Congreso Nacional
debe tener contabilizados a su favor, al menos, 65 votos, de los cuales 50
deben ser libres, no tenerlos seguros será contraproducente con los discursos oficiales,
pero tendrá su lógica basada en que la Unidad, no implica obligatoriamente uniformidad.
Por lo tanto, para el partidor adherido existen no
menos de dos escenarios posibles. El primero que lideren la presidencia del
Congreso Nacional y el segundo, que se conformen con formar parte de la
Directiva. Este asunto apenas es el inicio de los retos que los partidos
ganadores tendrán, los que siguen y especialmente las reversiones
constitucionales al sistema de la impunidad-impune, requerirán de sus 60
diputaciones, pero también de 26 más y para lograr tal hazaña, quien presida el
Congreso debe ser capaz de persuadir a esos otros segmentos de quienes
construyeron el sistema impune y quienes les acompañaron, entonces en mayor
número a lo que hoy han quedado reducidos.
A nivel general la Junta Directiva debe cambiar la
sentencia condenatoria de la evaluación de la transparencia legislativa internacional
del 2021 y catalogada como un congreso cerrado y opaco, al alcanzar la
posición 13 de 15, como resultado de su nefasta gestión legislativa de los
últimos 4 años y no oficialmente evaluados, de más.
Ante la expectativa del cambio que generó el hartazgo por el reciente desgobierno de 12, de 8 y de 4 años, esperemos en la nueva administración que inicié, no encontramos con un tercer juego de palabras entre gobernar y desgobernar.
Al cierre: “Uno de los más grandes errores es juzgar
a los políticos y sus programas por sus intenciones, en vez que por sus
resultados.” / Milton Friedman
“El político debe ser capaz de predecir lo que
va a pasar mañana, el mes próximo y el año que viene; y de explicar después por
qué fue que no ocurrió lo que el predijo”. / Winston Churchill
Denis Fernando Gómez Rodríguez
Articulo contundente que expone el pasado, presente y futuro de la clase política y su forma de actuar en Honduras. Digno de darle lectura!
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