de la incontinencia


La incontinencia es la ausencia o falta de moderación de las pasiones o sentimientos. A nivel de país y en su acepción política desde 200 años y más, hemos mostrado un cuadro sintomático en el irrespeto como ausencia o falta de moderación para irrespetar la ley suprema del estado y las secundarias .  

En este asunto la moral de situación basada en el pragmatismo, el relativismo, el positivismo y el personalismo, no existen reglas máximas porque dependen de las circunstancias, de las coyunturas y de los intereses del momento, al grado de ser común y citadina la expresión de que “lo malo de ayer, es lo bueno hoy”. El gran inconveniente de este tipo de valoraciones y prácticas (que no distinguen ideologías) en el incumplimiento de las normas desencadenan en condiciones de inestabilidad legal o de inseguridad jurídica.

La incontinencia como práctica inveterada que no tiene ideología permea de manera altamente significativa (como en las estadísticas) las prácticas de la politiquería vernácula que se vale de artilugios como la publicidad engañosa del “marketing” o mercadeo y se apoya en el postulado de Tomás M, donde “el fin justifica los medios”, causando una riña permanente contra la moral y la ética, situándolas en un estado nacional de ausencia precaria.

Bajo estos principios la práctica de la política local se ha caracterizado hasta hoy por una incontinencia patológica, especialmente de aquellos grupos que han gobernado (o en el peor de los escenarios de sus ejecutorias que han desgobernado bajo el cumplimiento o no, del artículo 245 de la Constitución de la República). Ante las promesas políticas de respetar el estado de derecho y de rescatar el mismo, se busca imponer cualquier interpretación antojadiza, instrumentalizada e ideologizada que no respeta la ley, dejando como huellas de esos atropellos una gobernabilidad y gobernanza a medias que provoca síntomas que les identifican como los caminos torcidos del derecho.

De momento y por lo pronto, controlar esta disfuncionalidad de la incontinencia al irrespeto de la ley, parece ser un enorme reto con una prospección coyuntural no tan halagüeña y no se justifica ningún exceso o abuso de 200 años hacia atrás, tampoco hacia adelante. La participación de los partidos políticos cuando son gobierno siguen con una enorme deuda comparada con la credibilidad y la participación electoral de la población que todavía se aferra a creer en esta democracia electorera frágil, donde los resultados numéricos de los votos y de las marcas, en cada uno de los tres niveles electivos al ser ejercidos por representación, han sido claros e inequívocos para que los Poderes del Estado regresen a ser los de la Constitución (pero no la identificada como “librito” como dijo un alto funcionario que ya días se fue) complementarios, independientes y sin relaciones de subordinación.

Corresponde entonces enfocar esfuerzos por vencer cualquier asomo de autoritarismo, viejo o nuevo y cualquier interpretación antojadiza e ideologizada que pretenda imponer criterios alejados de la norma que nos pretendan sugerir o imponer que es mejor regresar a la barbarie como modelo de gestión pública.

 La coyuntura del 2021 se modelo en el hartazgo de 12, de 8 y de 4 años de los desgobiernos que ya no están. El mandato principal de ahora es para atacar la corrupción y vencer la IMPUNIDAD-impune que nos sobrepasa, ocupa y todavía preocupa. Lo contrario reavivará el hartazgo de la mayoría de la población no partidaria y eventualmente, la búsqueda de otras opciones de pensamiento y de prácticas.

¡La incontinencia al irrespeto de la ley no tiene ideología!


Al cierre y para el resumen

Fábula, del escritor connacional, Jorge Luis Oviedo:

“Hace mucho tiempo (algo así como la eternidad y aún después), en un país de cuyo nombre me acuerdo siempre, hubo una noche tan larga, que, según mi madre, duró un Siglo. Los habitantes, unos conejos enormes, se dieron a la tarea de esperar, a ojos abiertos, la llegada de un nuevo amanecer. Un día, por fin, un enorme sol disolvió hasta los más leves espacios de la centenaria oscuridad. Desgraciadamente, para entonces, la gran mayoría de ellos se habían acostumbrado tan bien a las tinieblas, que aquella sorpresiva claridad les resultaba desconcertante, y como no pudieron soportarla, optaron por sacarse los ojos”.

 

 

Denis Fernando Gómez Rodríguez

Honduras; Centro América

6 de febrero de 2022

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