de la omisión

    El diccionario de la lengua española, en su aplicación digital define para la palabra en cuestión, las acepciones siguientes: (1) Abstención de hacer o decir; (2) Falta por haber dejado de hacer algo necesario o conveniente en la ejecución de una cosa o   por no haberla ejecutado¨; (3) Flojedad o descuido de quien está encargado de un asunto.

     El modelo de gestión pública en estas coordenadas geográficas se ha caracterizado por una sistémica y sistematizada omisión, que personalmente califico como perniciosa, en la ausencia del cumplimiento de las leyes y de sus normas. Esta disfuncionalidad local, provocada por la politización extrema de la llamada institucionalidad estatal que deriva, por supuesto, en un sistema “metastizado” por una impunidad, todavía impune.

 

    El sistema de administración pública y sus administradores gozan de la patética y sintomática incontinencia del irrespeto a la ley principal y a las secundarias, y en aquellas ocasiones donde lo ideal y de buena práctica indican cualquier acción remedial posible ante lo incorrecto, lo ilegal y lo ilegítimo, se responda e imponga la omisión de manera pasiva, aunque en las últimas semanas hemos visto de manera activa, pública y develada un modelo de imposición evocando la misma en el nombre de la colectividad mayor.

 

    Mientras la práctica de la omisión se ejecute sin distingo político y no se hagan esfuerzos reales, no solamente retórica, no será posible avanzar en un estado de derecho incipiente que nos estanca, nos detiene y nos postra a la copia de un modelo nefasto que limita el pleno goce de los derechos, del estado de bienestar social, de la seguridad jurídica y de todas aquellas virtudes teóricas que la democracia enuncia.

 

    Históricamente no hemos sido capaces de enderezar los “caminos torcidos” del estado de derecho, especialmente cuando prima la valoración y el interés político-partidario y sectario. Esos mismos que durante 200 años y más han labrado las honduras y las profundidades de una mala y nociva práctica. La respuesta que revierta tales antecedentes será solamente posible cuando la academia tome conciencia y oriente esfuerzos y presupuestos para programas de educación que construyan una ciudadanía democrática donde seamos sujetos de democracia, no objetos, con el debido reclamo de los derechos, pero con el compromiso firme y con convicción de la responsabilidad en el cumplimiento de los deberes que de una vez, venzan esta ominosa y perniciosa omisión como parte del guión político de costumbre, donde el fin, justifica los medios.     

 

    Legislativamente el ejemplo reciente después de las ilegalidades de instalación preparatoria del poder y “la contaminación de la escena del crimen” (como dicen los forenses) todavía prevalece la omisión de la renuncia del primer grupo interesado en dirigir y se complementa con la omisión del segundo grupo en ejercicio, en legal y legítimamente ratificarse.

 

¡si no es real, es ficción!

 

Al cierre y para el resumen:

Otto Von Bismarck:

La política no debe tratar de vengar el mal realizado, sino de cuidar que no se reproduzca”.

 

De Montesquieu:

“La democracia debe guardarse de dos excesos: el espíritu de desigualdad, que la conduce a la aristocracia, y el espíritu de igualdad extrema, que la conduce al despotismo.”

 

 

Denis Fernando Gómez Rodríguez

Honduras; Centro América

19 de febrero de 2022

 

(1)    A Fernando Alfredo, ¡felicitaciones! Por la celebración de un año más de existencia, el pasado 18 de mes.

 

 

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