del poder de la justicia

 Por acá, se sigue el modelo de elección de la Corte por el Congreso Nacional, razón suficiente para que al ser uno de los tres poderes del estado sea muy vulnerable al interés político y al irresistible del efecto del influjo de politizar la justicia como un principio que erosiona principios fundamentales de la misma reflejada en la precariedad y/o ausencia.

Tal condición hace que los partidos políticos que alcanzan el poder de administrar ¿o mal administrar? el estado, lo consideren como una meta a alcanzar y generan la disfuncionalidad de que un poder del estado sea establecido por una elección de segundo grado y “per se” condicionen su independencia y no subordinación que identifica el artículo 4 y eventualmente, dejándolo como una acción declarativa constitucional.

El poder judicial desde sus inicios y hasta la fecha, ha sido definido como el botín que se reparte entre el partido que gana el poder ejecutivo y el que no lo alcanza a ganar por quedar en segundo lugar, talvez, a lo mejor, hasta con el que queda tercero y hasta con el que ya no suma como antes.

El nombramiento y juramentación está supeditado a contar con 86 votos, mínimo, para las 15 personas que durante 7 años, serán los encargados de impartir justicia, conocer los procesos contra los mmás altos funcionarios del estado y los diputados, entre 10 atribuciones más. Deben administrar el fracasado sistema de justicia en su lucha por combatir efectivamente la corrupción y responder afirmativamente a desaparecer la impunidad-impune bicentenaria.

En países como el nuestro, quienes nos han gobernado (¿o desgobernado?) han hecho de la politización de la justicia, la NORMA, no la excepción. Lo anterior producto de la colusión que no tiene ideología de delitos contra el estado, como el saqueo sostenido del erario, independientemente que el vehículo sea carreta, mascarillas simuladas de papel o desperdicios hospitalarios, comprados como lo último del mercado, avalado por conciencias tarifadas vestidas de civilidad y con ropa interior azulada y sublimada estrella, para citar un entre otras fechorías de ayer y de hoy.

Con la elección de la nueva Corte, aparecen las ansiedades políticas de siempre, dónde quienes ganaron están convencidos por la conducta histórica de siempre (como “herencia genética”) que merecen colocar para efectos de control, al menos 8 de 15 Magistrados y los restantes 7, eventualmente pueden ser “repartidos” entre aquellas agrupaciones políticas que se sumen a la negociación para alcanzar la mayoría calificada que alumbre el poder de la justicia.

Lo único que políticamente es controlar la nueva corte, que ahora será popular dice la consigna, en sustitución de las personas que han representado a los bancos y a grupos fácticos opuestos, para que sea posible el proyecto y tema de campaña y de principio político partidario de refundar la patria, sin la declaración verbal de un compromiso, tampoco de los actos de meses hasta acá, de asomar actos firmes de pretender/aspirar/querer vencer la impunidad-impune, con sus omisiones y desafueros que han forjado y siguen labrando las honduras judiciales que nos precarizan como común denominador.

Como se acostumbra en este tipo de elección de segundo grado (debiendo ojalá, a futuro evaluar un cambio en la modalidad local disfuncional), aparecen las organizaciones civiles, una legitimas, otras no tanto, con propuestas atinadas y con propuestas desatinadas por  “ectópicas” o fuera de lugar, exigiendo la participación pública de los ciudadanos en los asuntos del estado (como es en democracias avanzadas y debe ser en las que aspiran a avanzar como la nuestra) con las expectativas generadas de siempre por una simulación de interés político, pero con los precarios resultados de costumbre o pero, con la ausencia total de las mismas.

Por lo visto hasta la fecha, día y hora de este comentario, la sensación térmica del clima político provoca valoraciones que después del ejercicio y el alumbramiento del poder de la justicia, seguiremos a expensas de la aplicación transnacional, la de allá, porque la de acá, está y seguirá cooptada y los siguientes 7 años, seguirán el patrón interpartidario entretejido para desgobernarnos, al grado que es un secreto a voces de que figura pública la presidirá, quedando el proceso de la junta nominadora y su nueva norma, como placebo y como comprar pan de yema en estos tiempos donde la formas se mantienen, pero las yemas y las claras casi han desparecido y en su lugar abunda el colorante.

Finalmente, la discusión de las  inhabilidades constitucionales quedará a las escuetamente contempladas en el artículo 310 y por referencia a las cuatro del 250, porque las reformas que hoy se esgrimen, han estado ausentes (por falta de interés político) para mantener el sistema fallido que permite la inhabilitación de las inhabilidades y que la diosa Temis, siga portando su venda con orificios del color de turno y también de los coludidos, porque en delitos contra el estado, ningún partido político, ¡ninguno! se puede preciar y ufanar de bañarse al menos una vez al año en el río Ganges.

Para cambiar el sistema de arraigada tradición y costumbre, se ocupan otro tipo de personas políticas comprometidas con la congruencia, consistencia y contudencia entre la palabra y los hechos; quizá para que suceda lo anterior, estemos a la distancia de un nuevo hartazgo, similar al del noviembre 2021 como reciente pasado… ¿quizá?

De la tierra donde existe un binomio ejecutivo.

¡Si no es real, es ficción!

Al cierre

Donde hay poca justicia es un peligro tener razón”. Francisco de Quevedo

 

Denis Fernando Gómez Rodríguez

Honduras; Centro América

22 de julio de 2022

 

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