¿democracia partidaria?

 La pregunta obligada en asuntos relacionados con la representación política del país donde habitamos es si los partidos legalmente inscritos para participar en las elecciones primarias y las generales cumplen con las recomendaciones o indicadores internacionales mínimos que determinan su compromiso o no, con la democracia.

Por acá, en su momento, se aprobaron elecciones primarias financiadas por el estado porque iban a contribuir el fortalecimiento de los partidos políticos. Tal condición no ha sido posible por “regla de tres simple” y los comicios financiados con dinero estatal que debería ser causal suficiente para mencionar que esas elecciones son para los partidos políticos y “no son de los partidos políticos…” (salvo que un día de esos memorables decidan que tales procesos sean financiados por los propios partidos.  

Las mencionadas elecciones primarias se han convertido con el paso del tiempo en modelos equivocados para la recurrencia de dos tipos de denuncias: la primera relacionada con el parcialismo de las autoridades  con los movimientos internos como se les conoce en esta “justa”  en desmerito de aquellas facciones divergentes que inicialmente, las autoridades minan y que posterior a la eventual inscripción del ente electoral, son “explotadas” con bajos resultados electorales y entonces fulminadas.

La segunda denuncia recurrente es las denuncias de fraude electoral causados por el uso y abuso del “fraude electoral” (siempre reclamado y escasas ocasiones corroborado) con la práctica del “helio electoral” como indicador-caldo de cultivo- del adagio aquel de que “por la víspera se conoce la fiesta” y de manera muy concreta en las elecciones generales.

Con esas líneas introductorias, provocan la necesidad de conocer de qué tratan esos indicadores internacionales que nos permiten definir si los partidos políticos (14, pero deben desinscribir 5) están comprometidos realmente con funcionar de acuerdo con el ordenamiento democrático o solamente se “comprometen” de manera placébica por ser un tratamiento muy común y efectivo por estas coordenadas, desde hace un bicentenario, dos años y más.

Los estándares o indicadores mínimos pretenden definir y ratificar la vocación democrática entre sus estatutos y demás documentos necesarios para su inscripción legal y participar en comicios y la congruencia o incongruencia de su praxis política.

La democracia criolla y electorera como la nuestra requiere que los partidos políticos existentes sean reales, robustos-fuertes, organizados y comprometidos de palabra y de práctica con las ejecutorias que respetan la Constitución de la República y las leyes secundarias y las cumplen, entre otras condiciones. Como una excepción a la regla, nos podemos encontrar con partidos políticos que aspiran a convertirse en únicos, como malas prácticas, que son óbice-obstáculo  a la norma democrática y por supuesto, con esa condición nieguen la misma y además, “minan” la democracia desde la misma, como recientemente expresó un vicepresidente reelecto-sin reelección legal-en un país próximo, que en su momento fue un técnico referente para la construcción de la democracia desde la  cooperación internacional pero la realidad del poder cambio su  “convicción de entonces democrática de entonces.

Para los entendidos, la Declaración Universal de los Derechos Humanos establece que los requisitos básicos para considerar una organización política democrática, es el respeto a la voluntad del pueblo como la base de la autoridad del poder público, expresada a través de adminículos como las elecciones que deben ser auténticas, deben ser celebradas periódicamente, con sufragio universal, libre, igualitario y secreto, como condiciones de obligatorio cumplimiento para forjar y construir democracias saludables, vigorosas y estables.

En el entendido del reto por tener una democracia con partidos políticos “estables y creíbles” y por qué no, “creíbles y estables” como mecanismo de doble verificación como la tecnología actual lo requiere y lo permite, se consideran condiciones-parámetros- conductas-comportamientos mínimos para que los mismos sean interna y externamente democráticos.

A nivel del comportamiento partidista se deben respetar y promover los procedimientos electorales acerca del registro de electores, de los reglamentos con los centros de votación y los procesos de certificación de votos. Adicionalmente, deben permitir que sus integrantes y seguidores manifiesten libremente sus opiniones y demás derechos y deberes que se deben promover y respetar.

Adicionalmente, deben mantener vigencia poselectoral, por difícil que sea, donde promueven la participación política de los ciudadanos con pluralidad e inclusión; comunican sus principios, sus propuestas de políticas de mejora del estado, de la gobernabilidad y de la gobernanza.

Los partidos políticos deben ser expresos y contundentes con el rechazo al uso de la violencia como herramienta política, en una coyuntura actual caracterizada por conductas autoritarias que degradan sistemáticamente los valores democráticos como la tolerancia, entre otros, donde los partidarios de otros institutos políticos ya no son adversarios, ahora son enemigos y como tales se abren “puertas y ventanas” que propician conductas y comportamientos cavernícolas como referente de la involución humana que debe avergonzar a sus incitadores y autores, pero que seguramente contribuyen con el proceso de erosión incontenible de la credibilidad y el apoyo a la democracia como indicador constante del deterioro de la misma. 

Los indicadores a nivel de organización prevén que los institutos políticos establezcan sus estatutos con una claridad meridiana- los respeten-los cumplan y los apliquen en sus derechos y de deberes, en la resolución de conflictos, entre otras normas garantías de tener reglas claras y no grises. A nivel del manejo de las finanzas, deben mantener registros fiables y adecuados, que cumplan con la ley de financiamiento, transparencia y fiscalización, como el caso local, para generar confianza entre la población que incluye a los 4-5 de cada 10 ciudadanos, que no siente afecto partidario-partidista-sectario, para incrementar la credibilidad y fomentar las contribuciones económicas y en especies.

Finalmente para efectos de estas líneas, los comportamientos democráticos de los partidos deben aprender, convencerse y obligarse a que sus funcionarios públicos, en el caso de los partidos que ganan, los que pierden y en las unidades partidaria donde se suman los que “vegetan”, deben rendir cuentas internamente por las finanzas de su partido. Así como, asumir la responsabilidad por sus funcionarios públicos y otros líderes que abusan de sus cargos para un lucro personal, sean sino por convicción por obligación sean sancionados y en el escenario más ideal y menos posible, inhabilitados de manera permanente, como antítesis de la costumbre inveterada del apañamiento, del contubernio y de la promoción interna y oficial de la actualización de una nueva y eventual Cofradía en su acepción más perversa.

 Si lo anteriormente descrito no es realidad, es ficción, la misma que nos ocupa y preocupa.

 

Al cierre

Otto von Bismarck : “Nunca se miente tanto como antes de las elecciones, durante la guerra y después de la cacería.”

 

 

Denis Fernando Gómez Rodríguez

Honduras-Centro América

05 de mayo de 2024

 

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Pulso de la Nación-primera parte: de la democracia criolla ¿ficción o realidad?

Pulso de la Nación-segunda parte: de la democracia electorera ¿ficción o realidad?

Transformación digital de las organizaciones

 

 

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