lectura ciudadana
La coyuntura política generada el 2009 y la polarización
del entorno político-electoral, no da visos indubitables de mejora, al contrario,
se agrava producto de la manifestación de conductas autoritarias ambidextras
´de derecha y de izquierda, que de acuerdo con los autores del libro “Cómo mueren
las democracias” ya no se contemplan las diferencias “ideológicas” como
adversarios, sino como enemigos, como catalizadores de violencia general y de
violencia política en particular.
La polarización creciente involucra la falta de inclusión,
de pluralidad, como mecanismos de la democratización del sufragio y genera, además,
una escalada de intolerancia inédita.
Los primeros derechos humanos que recibimos al momento
del nacimiento son el derecho a la nacionalidad y el derecho al nombre, como
actividades registrales. Bajo este entendido, tenemos el derecho a emitir
opiniones acerca de la realidad nacional, en la condición ciudadana antepuesta
a cualquier lectura de manera política-partidaria que eventualmente, se decida asumir
dentro del goce de los derechos políticos establecidos.
Con el autoritarismo a “flor de piel” y la sintomática-enfermiza-
condición intolerante que se desborda con aquellas personas que no piensen
igual, a quienes detentan el poder, se hacen esfuerzos por la reducción del
espacio cívico, acompañado de las intentonas de intervenir derechos como la
libertad de pensamiento y de expresión, entre otros.
Desde la lectura ciudadana, las contribuciones negativas
a la polarización desde las altas estructuras de los partidos políticos,
especialmente los centenarios y los derivados “mutados”, reflejada en toda su
magnitud en un congreso nacional con disfuncionalidades originarias desde su “cuasi-instalación”
que favorecen la ingobernabilidad y la consecuente violencia política demostrada
con creces y que ha excedido la calificación de “opaco y cerrado” del congreso
anterior, alcanzado en el índice de transparencia electoral internacional. Las
mismas disfuncionalidades legislativas se han recientemente reproducido en la gestión
electoral como un hito negativo en las buenas prácticas internacionales referentes
a la capacidad administrativa y gerencial de los entes electorales en la administración
electoral, como uno de los subíndices de medición de integridad electoral en
las fases del proceso.
La lectura ciudadana implica que la reciente manifestación pacífica de las iglesias católica y evangélica son derechos constitucionales que deben protegerse de caer en expresiones políticas de un reciente pasado. Y en este asunto de número de participantes y las valoraciones gubernamentales y las diferencias con las estimaciones no oficiales que se acompañan de las “valoraciones y descalificaciones” oficialistas, al final son un asunto de óptica, con asomos, ¿solo asomos? de ideologización e instrumentalización de la protesta pacífica callejera, porque la calle es del partido de gobierno y ya han tramitado el registro de la marca. Lo cierto es que los números de participantes, a la baja o al alza, no demeritan la participación de los primeros ciudadanos, de los religiosamente confesos y de los eventualmente, miembros, correligionarios… o eventualmente, compas que decidieron manifestar el hartazgo. Ese mismo que catapultó en el 2021, a quienes hoy gobiernan o lo intentan y que como variable independiente no la pueden “controlar” los que gobiernen y tampoco, los aliados de siempre y los nuevos en el escenario que interpretan numéricamente los datos de instrumentos con rigurosidad académica o en su defecto, las interpretaciones “antojadizas” y a la “carta” de los hechos y los actos diarios de una democracia criolla y electorera.
Los que gobiernan pueden desmeritar lo que se les
antoje, sin embargo, negar lo innegable podrá ser un ejercicio de negación que
traiga a colación aquel decir “de querer tapar el sol con un dedo”. El hartazgo
del 2021 es el mismo en su concepto y muy probablemente más intenso en su aplicación
coyuntural vigente.
La lectura ciudadana de la guerra de encuestas se fomenta
desde la desinformación, también ambidiestra, desde la ilegalidad en la mayoría
de las emisoras de tales contenidos, donde quién paga la encuesta gana, así de simple.
Además, en ese lenguaje animoso a la violencia se ha sentenciado el proceso
electoral como “la madre de todas las batallas”.
La lectura ciudadana ha sido, será y seguirá siendo
perseguida y, por tanto, negada por la lectura política partidaria-partidista-sectaria. Lo cierto es que de la negación a la realidad existe una distancia que debe
imponerse por cumplimiento de leyes de la naturaleza que se comprueban cuando
lo que sube baja.
Las entelequias-ficciones propias del sistema criollo y electorero nuestro son diversas, son múltiples y se construyen en la perversidad de ganar a cualquier costo, invocando la luz o invocando las tinieblas, en un sincretismo que “come santos y deposiciona diablos”, donde aún los creyentes verdaderos pueden trastabillar si olvidan, lo que el teólogo ecuatoriano Renè Padilla ha expresado que los creyentes en la fe en Jesucristo, ”estamos llamados a cristianizar la política, pero jamás a politizar , pero jamás a matar por lo que creemos”.
Corresponde reclamar el derecho a la lectura ciudadana en los temas que no se han abordado, como el de la corrupción que no tiene ideología, el de la propaganda de los canales del Estado a favor de la candidata oficialista, entre otros, y los que se deben abordar, porque van apareciendo en la actuación de la gestión pública de la nueva cofradía, aunque quienes intenten gobernar se opongan y traten de imponerse, porque si la misma no es real, será ficción o “entelequia”, la misma que nos ocupa… y también preocupa.
    “No confíes en todo lo que ves, la sal también parece azúcar”
Al cierre:
“La carencia de vergüenza y dignidad es
perversidad”. “La Honduras que
me duele”, Gaspar Vallecillo, primera edición 2012.
Denis Fernando Gómez Rodríguez
Honduras-Centro América
20 de agosto de 2025
 
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democracia criolla ¿ficción o realidad?
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democracia electorera ¿ficción o realidad?
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