de la ilegalidad que no tiene ideología

El comportamiento político electoral del país ha sido similar al 2016 y con asomos agravados de mayor degradación.

La ilegalidad que no tiene ideología es una constante (sin asomos por lo pronto de cambio) como modelo de conducta aceptada pasivamente, aunque en momentos activa que ha producido componendas de acuerdo a “la moral de situación” que les afecta o les beneficia a las instituciones políticas mayoritarias.

Para un representante de la cooperación internacional, el país debe realizar una reingeniería de su marco político-electoral, que obviamente implica otros cambios en el llamado Estado de Derecho. Para algunos connacionales lo anterior pasa por un nuevo pacto social y por una nueva Constitución ¿cómo quimera a la disfuncionalidades que nos reencuentran con la escisión de la sociedad desde el 2009, agravada por el cinismo de la provocación, de la anarquía controlada, la eventualidad de la protesta –pacífica-, lo grotesco del saqueo (en su dimensión política y en la dimensión “ciudadana”), lo primigenio del vandalismo, y la “bestialidad” de la represión y los homicidios de la misma, como muestras de los extremos que hoy nos ocupan y preocupan?

Los temas que en el 2016 despertaron la hilaridad y “promocionaron” como ingredientes básicos la violencia postelectoral fueron aceptados por todos los “competidores” desde años atrás y algunos de éstos, negociaron la “contemplación” y consumación de la misma a cambio de la proporcionalidad del 33.33% en la distribución de altos cargos públicos en el ente que cuenta ” cuentas” ¿…? y en la unidad que “limpia” la política ¿…? De lo anterior no existe duda, los nombramientos “hablan” y se convierten en las pruebas de la historia que no debemos olvidar.

Esta sensación térmica del clima político electoral deja al desnudo que la institucionalidad rectora no logró su tarea y reto de ser termostato; fue apenas termómetro y no supo resistir, menos resolver los embates del descrédito parcial de los partidos no afines al que gobierna ¿o al gobernante? tampoco sus inconsistencias internas que hoy le califican por un sector de la observación internacional como proceso comicial de baja calidad técnica. 

Lo parcial, porque no dudo que el reclamo de la deuda política no será rechazado bajo ningún epíteto como los proferidos con anterioridad contra la institución y quienes la conforman, ¿doble discurso/doble moral?

De igual al cierre del 2016, recuerdo hoy, el final del cuento del “Vestido del Emperador”, cuando el personaje del niño expresó: «¡Pero si va desnudo!»


 Que en medio de la crisis causada por el “agotamiento” del modelo político electoral y ante la eventualidad de un “diálogo” (incluyente, honesto, real, no cínico, no falso, ni sectario, menos monoaural) aparezcan interlocutores “no coludidos” con conductas y  comportamientos que emulen al personaje del niño del cuento citado y cuando eventualmente asome el dolo, la falsedad, la omisión perniciosa, la adulación, la lisonja y demás “taras” históricas, que no tienen ideología, sin temor proclamen que ¡el “Rey” está desnudo!

Con la espera que en el 2018, los “votos rurales” nos permitan encontrar la vereda donde los partidos políticos y sus integrantes conciten y manifiesten el deseo y mejor, practiquen respetar la Carta Magna, no el “librito” en la “visión oficial pero común a la tradición originaria o “mutada”… de manera inmediata e indefinida, como el lema del continuismo impuesto, pero aceptado y negociado por todos aquellos que hoy “presumen” de tomar baños en el Ganges ¿…?

¡Que el reto de cumplir con la legalidad tenga su tarea diaria en respetar y acatar la misma!, lo anterior no debe tener ideología.

Denis Fernando Gómez Rodríguez
28 de diciembre de 2017

En el 27 aniversario de boda Gómez-Blandín
Salmos 123: 7 “…herencia de Jehová son los hijos…”.

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