Democracia, procesos electorales...¿y valores democráticos?

En el Continente que geográficamente ocupamos, la democracia se circunscribe, en la mayoría de las “visiones” e “interpretaciones”, en procesos electorales como máxima. Lo anterior soslaya el término más amplio, más completo y pleno, donde la democracia, a pesar de su imperfección, se convierte en la condición donde los ciudadanos/as gozan plenamente de sus derechos (pero también de sus deberes) en cada uno de los ámbitos que conforman el Estado.

Cuando los organismos electorales, los partidos políticos y en este caso, muy propio de la región, por razones de patrocinio, la cooperación internacional, la conversación transita, única y exclusivamente, por todos aquellos factores numéricos y físicos que conforman los procesos electorales, debido a que las elecciones (primaria y generales, en el caso particular del país donde habito) son igual a democracia (¿…?).

Los factores cualitativos como los valores democráticos (la transparencia, por ejemplo, como uno de indicadores internacionales de elecciones democráticas) se “invisibilizan” y cuando se mencionan, suelen ser como “placebos”, que adormecen y atontan a las mayorías para que no reclamen fidelidad en los procesos comiciales y sus etapas pre-durante y post. En esta misma categoría, entre otros, se encuentra el respeto y la tolerancia.

Los candidatos/as y los partidos políticos, “olvidan” por acción o por omisión, que en democracia existe un principio limitante de las mayorías y es que las minorías se respetan/cuentan. Este olvido genera excesos y exabruptos que desencadenan las más bajas acciones sectarias que en el ideal de Democracia, nos recuerdan la existencia de acciones no democráticas… que por supuesto no tienen ideología.

Al tenor del currículo invisible de la democracia y de los procesos comiciales, se encuentra la inclusión, que se “pregona”, pero que en la mayoría de situaciones se instrumentaliza e ideologiza, pero nada más.

Por acá. al día, fecha y hora, de estas líneas (97 días y 12 horas de los comicios generales), no existen asomos, menos “muecas”, por parte de los institutos políticos y de sus candidatos y candidatas (¿excepciones confirman la regla?), por promover difundir y practicar de manera fehaciente, valores democráticos. Un connacional, experto en temas de democracia y sus derivados me hizo una amigable sugerencia: “ya no hablés más de valores democráticos”, la interpretación a esta “sugerencia”, convalido lo que en el ejercicio electoral constate durante cinco años y es que lo intangible, no tiene peso específico, no importa, no “vende”, menos “compran”. Sin embargo, como antítesis, todos los antivalores que no tienen ideología no se proclaman a viva voz, pero se practican de manera sistematizada e histórica, nos tienen en las condiciones que nuestras democracias están: Las denuncias de fraude electoral, no tienen ideología; la novedad de que las urnas físicas, pero también las electrónicas son sensibles al “helio”, que las Constituciones y sus “grises”, permiten cualquier subterfugio (desde el más burdo, hasta el más sofisticado ¿…?) y por tanto las voluntades de las mayorías, son frágiles ante el exceso de poder que los “primeros ciudadanos” demuestran para pervivir en sus “sueños” de poder, que sus parciales o adherentes llegan hasta el desborde mental de “cuasi-mitificarles”.

En estas coordenadas geográficas, por lo visto y actuado, el proceso electoral inmediato, se avizora huérfano de la promoción, de la divulgación y de la práctica veraz y real de valores democráticos. Lo que importa son los votos válidos y en ese tono, algunos están dispuestos y se preparan a entrar al “mercado bursátil electoral”, donde las credenciales en blanco, se compran y se venden al mejor postor y otros como cuenta la “leyenda”, pedirán que salgan votos, aunque no existan ¿…?, entre otras “vivezas”, que no tienen ideología.

En el Continente, de igual, los valores “sobran” en su acepción negativa (excepciones confirman la regla, como en el idioma materno), porque las versiones contextualizadas o “tropicalizadas” del Príncipe de Maquiavelo, se imponen ante la vista y paciencia de las instituciones políticas (que de repente esperan su “oportunidad”), los entes estatales, y las organizaciones civiles (mayormente desarticuladas, con “displasia” y con “artrosis”, que le hace apenas ver y aplaudir) y de las personas de a pié, que no se sienten representadas por nadie y que de repente son mayoría. Sin olvidar y exculpar a los organismos Continentales ¿…? Que  a la sazón de los tiempos, son mero placebo.

Esperemos que la democracia, se fortalezca, vigorice y funcione a plenitud, en su escenario ideal; sin olvidar que persiste la lucha por combatir la incontinencia a respetar la ley, a respetar los procedimientos-métodos electorales y a respetar promover y practicar los valores democráticos como adminículos para construir la primera.  

En este tema que por intangible y sujeto por lo tanto de omisión constante, no puedo, ni debo dejar de recordar a don Justo, el entrenador del equipo "juego limpio", de la Campaña de valores democráticos del 2012, patrocinada por el ente rector electoral:

¡Con valores democráticos todos/as ganamos! y ¡las decisiones democráticas son las mejores!, entre otras sentencias. 

¡las prácticas no democráticas o antidemocráticas, no tienen ideología!

Denis Fernando Gómez Rodríguez
20 de agosto de 2017


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