De la lucha contra la corrupción, la impunidad… y “Fábula”


De la historia de corrupción e impunidad en esta latitud y altitud, se ha escrito desde siempre. En el desarrollo del Siglo XXI, que nos ocupa, la misma se ha desarrollado de manera “metástica”, como el cáncer social-económico-político que ha penetrado a plenitud las instancias del Estado y que ciertas acciones que ya no se pueden “tapar” con un dedo (como el adagio del sol), gracias a las tecnologías de información y comunicación han ocasionado movimientos de protesta ciudadana importantes, tanto allá (lejano Oriente y Guatemala), como acá. 
                                                                                             
Por acá, los gobiernos, independientemente de la ideología que presuman, se han encargando de profundizar las brechas entre los actos de corrupción que han tutelado y el “autoinducido” letargo o adormecimiento de las instituciones públicas que han creado, para combatir y perseguir la corrupción; todas, “simulaciones ideológicas” del Estado de Derecho, “construido” o constituido para que no suceda nada, en caso que los indicios que incriminen a los corruptos y corruptores, no se logren invisibilizar.

Otro procedimiento frecuente consiste en la manipulación sistematizada de la Constitución de la República, que cataloga a los violadores de la misma (mayoritariamente hombres) como traidores de la Patria, sin que a la fecha, se tengan referencias de hayan sido juzgados, sentenciados y purguen pena.  Las leyes secundarias, todavía más vulnerables y vulnerabilizadas, han sufrido de similares ultrajes, desde los poderes del Estado (hoy unificados y uniformizados al grado de la "automatización pública") en beneficio de los grupos elitistas que no se distinguen o diferencian por su “ideología” y de manera no menos frecuente, del interés personal.

El panorama de lucha contra la corrupción y la impunidad, me recuerda a “fábula” del connacional, Jorge Luis Oviedo: “Hace mucho tiempo (algo así como la eternidad y aún después), en un país de cuyo nombre me acuerdo siempre, hubo una noche tan larga, que, según mi madre, duró un Siglo. Los habitantes, unos conejos enormes, se dieron a la tarea de esperar, a ojos abiertos, la llegada de un nuevo amanecer. Un día, por fin, un enorme sol disolvió hasta los más leves espacios de la centenaria oscuridad. Desgraciadamente, para entonces, la gran mayoría de ellos se habían acostumbrado tan bien a las tinieblas, que aquella sorpresiva claridad les resultaba desconcertante, y como no pudieron soportarla, optaron por sacarse los ojos”.

Años después de leerlo, tuve la oportunidad de consultarle al propio autor a quién iba dirigido su mensaje y me comentó que estaba dedicado a unos vecinos, localizados al sur de nuestro territorio. La acepción personal/particular y local, por lo pronto, es que la corrupción y la impunidad sistematizada vigente y sin ideología, es la noche larga que nos cobija desde la eternidad y aún después, y que al esperar por siglos, la llegada de un nuevo amanecer con un genuino interés en el combate a las mismas, nos han acostumbrado a las tinieblas (a la mayoría) y que ojalá, si el trabajo de la Misión de Acompañamiento del Combate contra la Corrupción y la Impunidad (MACCIH) en los cuatro años de su mandato, dan como resultado la identificación, remoción y/o eliminación total (¿…?) de las “redes históricas y democratizadas”, como en la vecina Guatemala, no nos vayamos a sacar los ojos.

En lo opuesto, si el trabajo de la Misión, de la Organización de Estados Americanos, no logra resultados concretos para lo cual fue instalada, habrá contribuido con un placebo más en la vida política de la Nación y nos habran “robado” (sin “culpables”, para no perder la histórica costumbre), la oportunidad de ver como se disipan las tinieblas de la centenaria oscuridad que nos cobija.

¡La corrupción y la impunidad, no tienen ideología!

Denis Fernando Gómez Rodríguez
7 de noviembre de 2016


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