De donde no todo se debe, pero todo se puede
Por este territorio, se ha
diseñado desde siempre existe un sistema de leyes que conforman el estado de
derecho, construido de manera tal, que lamentablemente no han dado los
resultados esperados, porque las élites políticas (centenarias y más allá y las
ahora “clonadas” y autodenominadas “nuevas” (aunque son vino viejo, en odre
nuevo), se han encargado y se encargan de repartirse las instituciones que
deben vigilar el cumplimiento de las mismas, nombrando casi siempre, adláteres,
cuya principal exigencia y función es cubrir cualquier acto delincuencial, con la
omisión histórica del cumplimiento de la ley como modelo de gestión pública.
De todos los sectores
poblacionales que ocupan este territorio, es sabido que aunque políticamente, no
todo se debe, todo se puede. El país tiene una lucha permanente entre la
legalidad y la ilegalidad, de manera que cuando ésta última no logra imponerse,
se opta por la “cuasilegalidad”, en momentos con procedimientos burdos y en
otros, con procedimientos “ajustados”, en apariencia, pero no en esencia al
respeto del marco Constitucional.
Desde el retorno a la vida
democrática, hemos sido testigos de los abusos y violaciones a la Constitución
de la República, por parte de los diputados/as al Congreso Nacional, quiénes
por sus funciones principales se convierten en los principales promotores; se
suma a la lista los funcionarios del Estado, desde el presidente de la
República y aquellos/as que asumen cargos de importancia, donde presentan
juramento de respetar la Constitución de la República y las leyes.
Hemos
visto, con cierta paciencia, como los diferentes partidos que han gobernado, sin
excepción ideológica, han concesionado el país, han “vendido” el territorio y
han trastocado las leyes fundamentales y secundarias, convirtiéndose en
traidores a la patria, pero a la fecha, sin pena alguna, ni por el acto, ni por
condena.
A la fecha, entre varios ejemplos: hemos contado con dos gobernantes, de nacionalidad extranjera; un gobernante (el actual)
que fue diputado, pese a la inhabilitación del momento, la de dos ex
presidentes del Congreso, inhabilitados para competir como aspirantes a la
Presidencia de la República, unos de ellos, lo fue Constitucionalmente y el
otro producto del último estado de excepcionalidad. En este orden, un
designado presidencial inhabilitado por la ley para ser aspirante presidencial,
utilizó la figura de “testaferro electoral”, como subterfugio; mientras vencía la ilegalidad (esta figura
cobra vigencia en la actualidad).
La lista suma, el golpe de Estado
al Ejecutivo, como lo catalogó la Comisión de la Verdad y la Reconciliación; la
ampliación del período de la Rectoría en la Universidad Nacional Autónoma de
Honduras y la ampliación de mandato en las Fuerzas Armadas de Honduras (esta
última, previa al golpe de Estado de junio de 2008); la destitución de los
Magistrados de la Sala Constitucional de la Corte Suprema, por juicio político
(con acusaciones desde el Poder Ejecutivo que a la fecha, no han sido presentadas
las pruebas del “delito”),
finalmente, el “fallo” de la Corte
Suprema de Justicia, que a juicio del partido de gobierno autoriza, entre otros
detalles, la reelección presidencial “irresistible” de manera inmediata e
indefinida y con “dedicatoria” al actual mandatario ¿..?
Lo anterior, se considera un acto
juzgado que prevé la presentación de dos planillas, de cuatro, por “consenso”
desde el partido de gobierno, con la incorporación del actual mandatario (obediente
y no beligerante), del llamado a la “reelección irresistible” por repetición y
proclamación sistematizada y con visos de ser la moneda de cambio, con un “neo”-partido
político para retribuir participación proporcional en la gestión pública en el
Tribunal Superior de Cuentas, el Registro Nacional y el Tribunal Supremo
Electoral.
La reelección presidencial como
proyecto continuista, está a las puertas, con un escenario propicio para que
las instituciones políticas en oposición o “cuasi”, se conformen con observar y
aplaudir, haciendo simulacros de defensa del estado de derecho (o la simulación
del mismo) con peticiones de intervención de las Fuerzas Armadas, de la Organización
de Estados Americanos (carta democrática o MACCIH) o la Embajada Norteamericana,
en todas, sin mayores escenarios favorables de lograrla.
De lo anteriormente descrito, ningún acto se
debió hacer, pero se hizo, por lo cual, la sentencia inicial queda vigente, por acá, “no todo se debe, pero todo se
puede”. En espera que un día la población despierte por completo y no acepte
placebos y las tinieblas actuales se disipen por la luz de la legalidad y del
respeto a las leyes.
Denis Fernando Gómez Rodríguez
Noviembre 9 de 2016.
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