De valores democráticos
Los valores democráticos
De
acuerdo con la evaluación ciudadana de las democracias del Continente Americano
que realiza el Barómetro de las Américas, cada día existe mayor insatisfacción
o descontento con la democracia conocida y practicada en la región.
Lo
anterior es resultado de la entropía organizacional misma, entendiendo la
anterior, como el mecanismo administrativo y gerencial de desgaste por gestión,
sea ésta buena, aceptable o mala, lo cual genera y provoca como necesario y
oportuno, que los organismos electorales diseñen y produzcan propuestas
orientadas al fortalecimiento del sistema democrático a través de la
construcción de ciudadanía, como respuesta a la escasa (en el mejor de los
escenarios), o en su defecto, la ausencia total de esfuerzos sistemáticos desde
las instancias gubernamentales para generar cohesión social, mediante el
involucramiento activo y directo de la ciudadanía para trascender entonces, de
las prácticas inveteradas de la “mecánica electoral” y sus valoraciones
cuantitativas (por ejemplo, censo nacional electoral, participación de
votantes, urnas, votos válidos, nulos y blancos, entre otros), a darle también,
importancia a las valoraciones
cualitativas que promocionen,
divulguen y respeten los valores democráticos como “valor agregado” de la democracia.
Sin
duda alguna, bajo el concepto decimonónico de que “democracia es igual
a elecciones” identificada también como “democracia
electorera”, con sus estigmas, donde las constantes acusaciones e
insinuaciones o “especies” de denuncia por falta de transparencia, por fraudes
o dolos, por faltas de inclusión, de de respeto y de responsabilidad, entre
otras debilidades recurrentes y permanentes que son afines, sin importar la
ideología desde la cual se administra el Estado y desde la que se ejerce “oposición”
al mismo.
En
ambos casos se requiere que los entes electorales del Continente, a nivel
general y en particular el organismo electoral nacional, presten especial
atención al diseño, la producción y la divulgación de campañas mediáticas de
valores democráticos como: la responsabilidad, el compromiso, el respeto, el
diálogo, la participación, la inclusión, la equidad, la igualdad, la paridad,
la tolerancia, la pluralidad, la transparencia, la honestidad, la confianza, la
solidaridad y la justicia, entre otros valores y adicional, y de manera
congruente certifiquen sus actuaciones con el cumplimiento de los mismos.
Los
tiempos que transitamos requieren que los valores democráticos trasciendan del
mero valor placébico y eventualmente fortalezcan y consoliden la democracia que debe idealmente, contar con partidos políticos robustos, fuertes,
congruentes, serios, comprometidos con la democracia, estables y sobre todo,
creíbles; enmarcados en el respeto al Estado de Derecho y en un espacio
político-electoral que garantice alternancia en el poder, así como, el acceso
universal, libre, directo y secreto del voto; como prevención, en el mejor de
los escenarios, o como antídoto en contra de la proliferación del síndrome de
modelos “mesiánicos” que en su momento utilizan e “instrumentalizan” y a la
vez, de manera paralela y simultánea, niegan la democracia misma.
Al
igual que en la Pedagogía, podemos extrapolar el termino de currículo invisible
o el administrativo, de valor agregado, de los valores democráticos como
pilares de la democracia y éstos, deben sobreponerse a la la estructura mental
de la mayoría de actores y actrices de la democracia local nacional, que se
orientan a la fiel “tradición” electorera como máxima reduccionista.
Resulta curioso que esa “estructura histórica de
pensamiento local” ha permeado y permea, en su mayoría, a la cooperación
internacional, al pasar desapercibido y sin valor e importancia, cualquier
apoyo financiero directo e indirecto para este tipo de campañas de efecto
cualitativo.
Por
ahora y desde un par de años atrás, por no decir, desde siempre, el tema de
valores democráticos es lamentablemente “invisibilizado” por los actores y actrices directos/as
de las democracias nacionales, regionales y continentales; de sus
administradores institucionales y sus cooperantes, con excepciones que
obviamente, confirman la regla.
Sin
duda, la promoción de los valores democráticos y mejor aún, la práctica
cotidiana de los mismos, se constituyen en una oportunidad
revitalizante-vigorizante, además, “neguentrópica”, desde el punto de vista del desarrollo
organizacional, como factor revulsivo a los efectos de la “entropía” que hoy
aflige a la democracia con partidos políticos y que pasa por uno de sus
momentos no muy gratos.
A nivel nacional, sirva
entonces este tema para intentar persuadir a los partidos políticos legalmente
inscritos, a los que buscan en el corto y mediano plazo su inscripción como
tales, a la civilidad y sus variados conglomerados poblacionales, al Estado
mismo, a los medios de comunicación tradicionales y alternativos, al
ciudadano/a sin representación alguna y a los Magistrados actuales del Tribunal
Supremo Electoral, para traer a la discusión y a la práctica, la promoción de
valores democráticos como ejes temáticos de la democracia y producto de la
dialéctica de la discusión: el apoyo, la divulgación y la promoción de los
mismos.
Denis Fernando Gómez
Rodríguez
5 de octubre de 2016
Comentarios
Publicar un comentario